Hola, te envío este relato mío.
En un instante, todo cambió. Las ciudades estaban en ruinas, las calles desiertas. La humanidad,
desconcertada, buscaba respuestas en un paisaje desolado. Daniel emergía entre los escombros, con el
corazón acelerado y la mente confusa, observando horrorizado a las personas desfiguradas. Recordó las
palabras de su abuelo: "Tómate de la mano de Dios todos los días, hijo mío, y sé bueno". Tras la muerte de su
abuelo, Daniel había olvidado esos consejos. De pronto, vio un libro entre las ruinas, el mismo que su abuelo le
leía cuando era niño. Con asombro dijo: "¿Cómo puede estar aquí?". Lo abrazó con fuerza, llorando mientras
un grito desgarrador escapaba de su pecho. De repente, ese grito lo despertó. Estaba cubierto de sudor frío,
aún con lágrimas en el rostro, y suspiró de alivio. Era solo una pesadilla. Esta experiencia le dejó una lección
profunda. Entendió que tenía la oportunidad de cambiar, de seguir los consejos de su abuelo, de buscar la guía
divina. Con el amanecer, Daniel se levantó con determinación, tomó el libro de su abuelo de su mesita de
noche y comenzó a leerlo. Recordó las mañanas de oración con su abuelo y decidió retomar esa práctica.
Agradeció a Dios por la oportunidad de rectificar su camino, entendiendo que el amor de Dios es para quienes
eligen la bondad y la rectitud. Así, Daniel encontró una nueva esperanza y propósito: ser mejor y seguir el
camino que su abuelo le enseñó.