Klumine

Todo se vio borroso, la poca visión que logró obtener no era suficiente para poder observar bien su entorno. Aún sin poder ver se mantuvo en calma, hubo una constante brisa que lo envolvía cada segundo y la comodidad de donde estaba acostado era diferente a estar acostado en su cama. Considerando que su visión no se recuperaría de manera pronta decidió con cerrar los ojos y disfrutar el ambiente en el que se encontraba, sintiéndose como si estuviese siendo protegido en ese lugar. Permaneció así durante unos minutos y pronto una mano delicada se aposentó sobre su frente la cual pasó a acariciarle sus cabellos. Al volver a abrir sus ojos vio la silueta borrosa de una mujer encontrarse por encima de él. Y, en un intento de poder hablar, abrió sus ojos en dolor al sentir que su quijada le dolía soltando por el contrario un quejido. “¿Descansaste, Henry?” Escuchó de manera delicada por encima de él. Tras oír aquella voz dedujo de inmediato que era la voz de Fenili, que, al solo pensar en

Levantado desde temprano, arreglado de manera puntual, pero no tan preparado para lo que sus decisiones lo habían llevado luego de todo este tiempo. Podría decirse que era una mañana como las que él ya ha vivido, ya se veía preparado para saludar a sus padres y su hermana ese día, sin embargo, desde el momento que salió de su habitación se percató que no había ni una sola alma en su hogar. Al haber llegado a la cocina se quedó extrañado de no ver a su madre preparar el desayuno como habituaba hacer, o de ver a su hermana quejarse por medio de llamadas telefónicas al estar esperando también por el desayuno. “Raro.” Murmuró. Regresó a su habitación con un par de tostadas en un plato y se dirigió al closet donde Fenili debía estar esperando por el desayuno, más al abrir las puertas de este notó que seguía dormida en una posición poco cómoda. En el momento se encogió de hombros y luego con movimientos lentos se agachó con tal de posicionar el plato en el closet para que ella pudiese ver la

Antes no sintió incomodidad al momento de dormir, todo trataba con acostarse, dar un par de vueltas y de pronto ya era de mañana. Henry conocía perfectamente lo que era comodidad. En esta ocasión se mantuvo poco cómodo, bastante atento en su entorno por el poco espacio que hubo en su cama por tener a Fenili durmiendo a su lado. Esta no era la primera, ni la segunda, ni mucho menos la tercera ocasión en la que ella, la pobre muchacha, dormía junto con él. El número de veces donde ambos han compartido cama han sido pocas, sin embargo, han sido las noches suficientes para que Henry conociese lo que era la incomodidad. No fue sencillo para él, un hombre, o bueno, menos que un hombre, tener que tratar con roces, toques e inclusive abrazos que impedían su comodidad, mucho menos al tratarse de alguien de genero opuesto. Por mucho que él se sintiese incomodo por todo lo antes mencionado no tuvo motivo para quejarse, de hecho, con cada noche que pasaba junto a ella comenzaba a

Todavía hubo mucho a lo cual debió acostumbrarse al vivir a escondidas, el tiempo que ha transcurrido estando ahí la ha llevado a acostumbrarse a su nuevo pero temporal estilo de vida, sin embargo no importase cuantas noches pasaran, ella le costaba acostumbrarse al frío de la habitación. A diferencia de las noches anteriores esta fue bastante particular, hubo más frío del común y no encontró una manera de explicar el porqué de pronto le afectaba. Fenili esa noche padecía de breves ataques de frío donde su cuerpo comenzaba a temblar descontroladamente durante cortos segundos y le parecía incomodo, no pudo encontrar sueño entretanto su tembladera persistiese e intentó reiteradas veces intentar quedarse dormida usando la pequeña manta que la protegía supuestamente del frío, pero no le era suficiente. Le vino a su cabeza que hace algunos días Henry le explicó que el aire acondicionado enfriaba más si su medidor de temperatura se acercaba a cero. Ella tomó asiento, se puso la manta por

“Ugh…” en queja se expresó Henry al soltar su control dejándolo caer sobre el colchón “… no de nuevo.” Acto seguido soltó su aliento de manera quejumbrosa recostándose sobre su cama mirando el techo de su habitación. “Ya es el quinto intento… ¡quinto! ¡Y no puedo derrotar a este jefe final!” Anunció viéndose frustrado. No muy lejos de él se encontraba Fenili sentada en el suelo en medio de la habitación, usando una cobija para resguardarse del frío ambiente, mirando el videojuego que Henry recién acababa de perder. Sin decir una palabra quedó cabizbaja esperando que Henry terminase de quejarse... por quinta vez. El día apenas iniciaba, era un día entre semana, se suponía que Henry debía estar rumbo al curso, sin embargo, su impaciencia por querer terminar aquél juego lo llevó a prender la consola solo por un breve momento y ese breve momento le ha hecho perder treinta minutos, le ha hecho perder el sueño matutino a Fenili y probablemente le va a costar una falta en el curso. Henry

Durante los días anteriores llovió, durante cada uno de esos días el noticiero fue casi siempre certero cuando se trataba sobre la predicción del clima. Al inicio las lloviznas resultaron ser ligeras y constantes, hubo tiempos consecutivos de hasta tres días lloviendo sin parar e inclusive hubo tiempos en los que no llovía pero el cielo siempre reflejaba estar gris y triste en señal de que pronto volvería a llover. Siempre acababa con llover de manera ligera o siempre acababa lloviendo de manera notable y fuerte, pero siempre acababan siendo días de lluvia. No fue la excepción ese día, la lluvia en esa ocasión tuvo la compañía de fuertes ventiscas. En otras palabras: una tormenta. Hubo personas que temían de las tormentas y en este caso Fenili acabó siendo una desafortunada al temer del clima, por lo que sin mucho remedio se mantuvo dentro del closet ocultándose debajo de las sabanas hasta que todo acabara. Por supuesto, el mal clima no iba a mejorar de un momento a otro y con esto en

Cada vez que las manos de cualquier individuo se aproximaban a su rostro... temblaba. Cada vez que veía las manos de las personas acercarsele comenzaba a llenarse de miedo. Las manos de sus padres la atormentaban aún sin tenerlos presentes. No importaba cuantas veces huyera, ni las veces que se escondiese, al final, eran aquellas manos con intenciones de herirla las que acababan con encontrarla una y otra, y otra vez. Los pocos recuerdos de sus padres no fueron los mejores, todo trataba con herirla, todo trató con echarle la culpa, todo acabó dejándola en mal estado. En aquél entonces nunca comprendió que hizo de malo, pero siempre le echaban la culpa, siempre la acababan llamando accidente, siempre acababa siendo arrastrada hacia el dolor sin saber el por qué. Tuvo miedo con cada día que vivió, era el sufrimiento sin fin, era el pensar de por qué no pudo ser querida, fue su manera de crecer la que la llevó a creer que los golpes resolvían todo en la vida. Pero ella no quería herir a

Un día más acababa y la noche empezaba a ser apreciable en aquél lado del mundo. En muchos lugares las personas se preparaban para la hora de acostarse, en otros sitios, como bares y discotecas, las personas comenzaban a prepararse para atender a los clientes que tendrían para esa noche. Era el ciclo de la vida para las personas que tenían un estilo de vida normal y laboroso. Sin embargo… un par de pilluelos tomaban la contraria a todo lo anterior. Henry y Fenili seguían despiertos a más de las doce de la media noche. Henry se concentraba en un juego de consola mientras que Fenili, usando una cobija para cubrirse del frío, lo observaba jugar estando sentada a un lado de él. Fenili lo veía jugar no porque fuese interesante, tampoco porque quisiese acompañarlo a horas tan tardes, su motivo de estar despierta era que el televisor emanaba tanto ruido, aún en su bajo volumen, que ella no podía conciliar el sueño. Ella por supuesto no era nadie como para darle órdenes a Henry, esa no era su

Hubo mucha comodidad, era tanta su comodidad que no importase de que me manera se moviese o que tanto se estirara, la comodidad persistía. Acostumbrarse a que todo cambiase de un momento a otro era raro y complicado, aunque fuese momentáneo procuró aprovecharlo tanto como pudo. Abrió sus ojos observando solo oscuridad, todavía era de noche y tomó asiento en donde estaba. “Abrir los ojos y no ver el callejón...” pensó al mirar su entorno. “… es raro.” Y el breve recuerdo de cómo acabó ahí la volvió a visitar. “Este es mi closet, aquí podrás quedarte.” Habló Henry al sonreírle y dar un paso dentro. “Puede verse pequeñito, pero en realidad si mueves estas cajas de aquí…” Al mover las cajas ella se percató que detrás de ellas el closet se extendía en un pasillo el cual llevaba hacia una puerta. “Tras esa puerta hay un baño, nadie hace uso de él, fue bueno haberme peleado con Rina por quedarme en esta habitación.” Y rió. “Ahora dame unos minutos, buscaré un paño para que te pueda dar un