Sing Sing

Este extraordinario drama, tan tierno como elevado, es lo bastante empático como para abrazar a sus matizados personajes y rechazar al mismo tiempo el sistema roto que los persigue. Lo que más destaca de Sing Sing es la calidad de sus actores. La mayor parte del reparto, aparte de Domingo, San José y Raci, son antiguos presos que participaron en el programa RTA de la vida real. Y sobresalen en la película, con el director Greg Kwedar fomentando algunas de las actuaciones más naturalistas jamás filmadas. Es tan sutil y orgánica que a veces parece menos una película que la vida misma. Esto se yuxtapone, por supuesto, con la obra de teatro dentro de la película (especialmente el soliloquio de Hamlet, que Domingo y Maclin interpretan de forma magnífica y diferente).

En última instancia, se trata de una película sobre la interpretación, como el espectador puede ver en las escenas entre Divine G y Divine Eye; los dos actores, uno nominado al Oscar y otro principiante, ajustan sus energías para que coincidan. Cuanto más se abren los personajes, más confían, más conectan, más honestos parecen. (Por el contrario, la lucha de Divine G durante la segunda mitad de la historia revela los peligros de cerrarse en banda). Como dice el personaje de Raci en una escena, ser "real y vulnerable" es "algo que los hombres no hacen muy a menudo". Así que actuar, en su artificialidad, conduce, para estos hombres, a algo verdadero. Domingo y Maclin son la clave de Sing Sing; son opuestos, pero iguales. Su último momento juntos en la pantalla es como dejar escapar un aliento largamente retenido e inhalar uno nuevo y fresco.