Megamente

Ferrell es un cómico con talento, y su interpretación de la voz es fabulosa. Sus graciosas y afectadas pronunciaciones -llama a Metro City "MeTROcity", como si rimara con "Monstrosity", y dice melancolía como "meLANcholy"- y sus serias bromas con la Roxanne de Fey demuestran desde el principio que es un héroe atrapado en el cuerpo de un villano. Pitt, por su parte, no tiene mucho que hacer, excepto convencer a los espectadores de que su voz pertenece al tipo de superhéroe brillante que puede hacer malabares con bebés sonrientes y hacer llorar a las mujeres de la ciudad con sólo ver su sonrisa con hoyuelos. No es un trabajo difícil cuando eres Brad Pitt. Cross y Hill son divertidos como compinche y némesis, respectivamente, pero el reparto de estrellas no puede compensar el hecho de que la historia decae un poco después de que Metro Man sea derrotado. En parte se debe al aburrimiento de Megamind, pero otra parte es simplemente lenta, aunque haya muchas risas.

La música, por ejemplo, es una tópica lista de reproducción de favoritos del rock como Back in Black, Highway to Hell y Welcome to the Jungle. Todos son grandes clásicos, pero ¿no los hemos escuchado ya en muchas otras películas? Teniendo en cuenta lo original que fue la banda sonora de Pharrell WIlliams en Despicable Me, de temática similar, estas opciones predecibles (aunque reconocibles al instante) parecen elegidas con pereza. Y ese es el problema general de la película: es divertida y graciosa, pero no destacable. No es el tipo de película de animación que inspirará disfraces de Halloween o repetidos visionados en el reproductor de DVD de la habitación familiar.