Mi nombre es Harvey Milk (Milk)

Aunque esta película lleva su política en la manga, lo hace con una narración bien afinada y un ritmo brillante que impulsa la acción sin sacrificar el desarrollo de los personajes. Las películas con "mensaje" a menudo no consiguen distinguirse cinematográficamente porque se centran tanto en los temas de conversación, pero Milk no es ese tipo de película con mensaje. Penn ofrece una interpretación digna de un Oscar como Harvey Milk, un icono de San Francisco al que se le presentan todas las complejidades de un hombre corriente -un hombre corriente carismático y valiente- que encuentra su camino hacia la grandeza. Afortunadamente, el reparto secundario -especialmente Franco, Brolin y Emile Hirsch como Cleve Jones, amigo y compañero activista de Milk- también está a la altura. (Dicho esto, aunque es cierto que Milk se movía en grandes círculos sociales, su séquito podría haberse recortado para que la película no diera la sensación de estar tan abarrotada).

El director Gus Van Sant, que aquí da rienda suelta a una visión singular, añade material de archivo a la mezcla, dándole peso, aunque en realidad Milk no lo necesitaba. La película está impregnada de un palpable sentido del propósito. Conmovedora, esclarecedora, políticamente relevante y profundamente conmovedora, Milk dejará al público sin aliento.