En poco más de dos años, Edgardo Cuevas Feliciano ha pasado de buscar su hueco en la sobrepoblada escena del reggaetón puertorriqueño a brillar como una de las figuras más reconocibles de la música urbana y codearse con pesos pesados del calibre de Anuel, Lunay o Rauw Alejandro. Su habilidad para serpentear entre el trap y el R&B, unida a un arsenal lírico que nada a contracorriente y reivindica un punto de vista femenino y feminista en una escena sobrada de testosterona, lo destacan como un innovador artista con capacidad para enarbolar un sugestivo discurso sonoro más allá de los automatismos del género.