72 Preludes

72 Preludes

Durante años nadie imaginó que Chopin hubiera compuesto sus preludios, 24 en total, con la idea de que se tocaran todos juntos. De hecho, esas piezas están pensadas para anteceder algo más, pero no otro preludio. No fue hasta que el compositor y pianista Ferruccio Busoni comenzó a interpretar su producción completa a principios del siglo XX, que esta práctica se hizo habitual. Ahora, Mao Fujita proyecta nueva luz sobre el monumental repertorio de Chopin al grabarlo acompañado de dos obras distintas y complementarias de preludios para piano: las deslumbrantes miniaturas de Alexander Scriabin y una igualmente notable serie de Akio Yashiro. La hazaña artística del pianista japonés refleja la naturaleza radical de la idea original de Chopin. Por encima de todo, celebra la infinita variedad de estilos del género, desde piezas basadas en melodías simples o progresiones de acordes hasta obras mayores que exigen habilidades técnicas y artísticas casi diabólicas. “En mi álbum anterior, interpreté todas las sonatas para piano de Mozart, así que este es muy diferente”, comenta Fujita a Apple Music Classical. “Me gusta ponerme desafíos y hacer nuevos descubrimientos. Estos preludios de Chopin, Scriabin y Yashiro, que en su mayoría duran uno o dos minutos, son muy diferentes a las sonatas. Pasé cerca de tres años elaborando mis versiones de Mozart, y después tuve que enfocarme en los preludios, lo cual significó un nuevo reto”. Chopin compuso sus preludios en 1839, medio siglo antes de que Scriabin comenzara realizar su obra durante su adolescencia. Por su parte, Yashiro tenía sólo 15 años cuando creó los suyos en 1945, un logro considerable, dada su edad y el hecho de que Tokio, la ciudad donde residía, aún se recuperaba del mayor ataque aéreo de la Segunda Guerra Mundial. Los preludios de Yashiro, apenas conocidos gracias a las fotocopias borrosas de su partitura manuscrita, permanecieron inéditos hasta 2022. “Tenía mucha curiosidad por verlos y de inmediato compré la primera edición”, relata Fujita. “Así que tuve a Yashiro en mente cuando empecé a concebir mi siguiente grabación”. La idea de combinar 72 preludios de tres compositores distintos, entre ellos uno poco conocido fuera de Japón, parece un sueño imposible para un pianista. Pero Mao argumentó a favor de su proyecto y cerró el trato con una apetitosa metáfora culinaria. “Las creaciones de Chopin son como el pescado y las de Scriabin, como el arroz. Como verás, es una comida tradicional pero con Yashiro se agrega wasabi, que es el sabor del álbum”, explica. La historia de los preludios de Yashiro comienza a principios del siglo XX, con la decisión del gobierno de introducir la música clásica occidental a Japón. El futuro compositor se enamoró del repertorio principal durante su infancia y profundizó en sus conocimientos escuchando las transmisiones radiofónicas de la Orquesta Sinfónica de la NHK durante la guerra. Fujita conoció a su viuda, quien le habló acerca del amor de Yashiro por Chopin. “Es una persona muy dulce y me contó muchas cosas de él”, recuerda. Tras terminar sus estudios con Olivier Messiaen en el Conservatorio de París a mitad de los años 50, Yashiro compuso únicamente cinco o seis obras importantes, entre ellas conciertos para violonchelo y piano, así como una sinfonía. Murió de un infarto en 1976. “Yashiro invertía mucho tiempo en la composición de cada pieza; a veces le tomaba una semana escribir una sola frase y otra más, la siguiente. Pero los preludios le llegaron de forma espontánea. Tenía una fuerte influencia de Chopin. Ecos de su armonía pueden escucharse en su Preludio No. 23, por ejemplo, así como en los arpegios del Preludio No. 9. Sin embargo, también incorpora mucha esencia japonesa en las piezas, especialmente la escala pentatónica”. Fujita extrae la línea melódica de las tres series de preludios, moldeando sus melodías y líneas de bajo sin descuidar su funcionamiento interno. “Están llenos de hermosos contrapuntos, especialmente los de Chopin y Scriabin, donde a veces son más importantes que las voces principales”, comenta el pianista. “Cada pieza tiene su propio carácter, color y estilo pianístico. Así aprendí que Scriabin es totalmente distinto a Chopin, y que ambos son muy diferentes a Yashiro. Me fascina el proceso de descubrimiento”.

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