F-1 Trillion

F-1 Trillion

“CUANDO CUMPLA LOS 30, ME VOY A DEDICAR AL COUNTRY Y EL FOLK”, tuiteaba Post Malone en mayo de 2015, poco después de haber subido su primer single, “White Iverson”, a SoundCloud. Por entonces, todavía no había cumplido 20 años y todavía no había conquistado al gran público con su rap contagiosamente melódico. Al final, se equivocó por poco. Al cantante y guitarrista texano aún le faltaba un año para llegar a la treintena cuando anunció el lanzamiento de su primera incursión en el country, una combinación tan natural que cuesta creer que tardara tanto tiempo en cristalizar. “Siempre quise hacer un disco así, pero durante mucho tiempo me parecía algo inaccesible porque no sabía cómo demonios funcionaba”, explica a Kelleigh Bannen de Apple Music. Malone nunca había grabado con una banda al completo ni entendía el complejo mecanismo de la factoría de canciones de Nashville. Sin embargo, creció escuchando a Hank Williams y George Strait, los favoritos de su madre, mientras descubría a Brad Paisley, Tim McGraw y otras estrellas de los 90 gracias a su padre. Llegado el momento, se encontró en la capital del country tocando hasta las seis de la mañana con pesos pesados como Luke Combs, Chris Stapleton y HARDY. “Después aprendí que normalmente no funciona así”, confiesa. “Suele ser de nueve de la mañana a cinco de la tarde”. Mirando la lista de canciones, se podría pensar que F-1 Trillion es un álbum en el que los invitados llevan el peso, de los nuevos talentos Morgan Wallen y Jelly Roll a leyendas del calibre de Dolly Parton and Hank Williams, Jr. Sin embargo, Malone lleva el honky tonk en las venas, como demuestra en “Losers”, una balada de desgarradora intensidad, o el boogie desbordante que impulsa la fanfarronería de “Finer Things”, en la que canta “Platinum on my teeth, wagyu on my grill, and George Jones crankin’ out my Coupe de Ville” (Platino en los dientes, wagyu en la barbacoa y George Jones en la radio de mi Coupe de Ville). Los singles “I Had Some Help” (con Wallen) y “Guy for That” (con Combs) cuentan historias de corazones rotos y resacas, pero el habitualmente taciturno Malone parece estar divirtiéndose más que nunca. En parte, lo achaca a un cambio de escenario que llevaba tiempo necesitando. “Siempre me distraía mucho cuando trabajaba en Los Ángeles”, explica. “La gente que conoces en Nashville es la mejor en lo que hace, son superamables y tienen un talento increíble”. Entre las colaboraciones, es imposible no reparar en los nombres de Parton, Paisley y McGraw, tres de sus ídolos. El resto de sus razones tienen que ver con el crecimiento personal que siguió al nacimiento de su hija, que ha cumplido dos años y a quien dedica la dulce canción que cierra el álbum. “Pasé una época dura”, admite, “pero por fin he dejado de estar triste”. Tras casi una década de carrera, F-1 Trillion suena a viaje de vuelta triunfal, una reconciliación con su juventud bajo el prisma de una improbable madurez. “Eso es lo que mola de la música”, dice con una sonrisa de 24 quilates. “Te puede gustar todo”.

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