SQLite format 3 @ � .v� �m _+�indexdevotions_indexdevotionsCREATE UNIQUE INDEX devotions_index ON devotions (day ASC)QstabledevotionsdevotionsCREATE TABLE devotions (day NUMERIC, devotion TEXT)>atableinfoinfoCREATE TABLE info ( name text, value text) p �# � � p /russian_numberingfalse languagees�'�wdetailed_info
Lista de temas trimestrales
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p#�OdescriptionLecciones de la Escuela Sabática de la Iglesia Adventista del Séptimo Día para adultos 2025-01i�Korigincreated by Egor Ibragimov, juzujka@gmail.com the text is taken from sabbath-school.adventech.io 3 ��������������������������~ytoje`[VQLGB=83.)$ �V �U S }P |O zN xM uL rJ qH nG kE hC fA c? `= ^; ]: Z9 W7 T5 R3 O1 L/ J- I, F+ C) @' >% ;# 8! 6 5 2 / , + ( % " ! W � ���������������������~xrlf`ZTNHB<60*$ ���������������������|vpjd^XRLF@:4.(" � � WWVVUUTTSSRRQQPPOONNMMLLKKJJIIHHGGFFEEDDCCBBAA@@??>>==<<;;::99887766554433221100//..--,,++**))((''&&%%$$##""!! aria testificará si la obra es verdadera o no.Cuando Cristo le preguntó a Pedro por tercera vez: “¿Me amas?”, la sonda llegó hasta lo más profundo del alma. Pedro, juzgándose a sí mismo, cayó sobre la Roca, y dijo: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo” (Comentarios de Elena G. de White, en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, p. 1125).
El corazón de Dios suspira por sus hijos terrenales con un amor más fuerte que la muerte. Al dar a su Hijo nos ha vertido todo el cielo en un don. La vida, la muerte y la intercesión del Salvador, el ministerio de los ángeles, las súplicas del Espíritu Santo, el Padre que obra sobre todo y por todo, el interés incesante de los seres celestiales, todos son movilizados en favor de la redención del hombre.
¡Oh, contemplemos el sacrificio asombroso que fue hecho para nuestro beneficio! Procuremos apreciar el trabajo y la energía que el Cielo consagra a rescatar al perdido y hacerlo volver a la casa de su Padre. Jamás podrían haberse puesto en acción motivos más fuertes y energías más poderosas. ¿Acaso los grandiosos galardones por el bien hacer, el disfrute del cielo, la compañía de los ángeles, la comunión y el amor de Dios y de su Hijo, la elevación y el acrecentamiento de todas nuestras facultades por las edades eternas no son incentivos y estímulos poderosos que nos instan a dedicar a nuestro Creador y Salvador el amante servicio de nuestro corazón? (El camino a Cristo, pp. 21, 22).
Todo el amor paterno que se haya transmitido de generación a generación por medio de los corazones humanos… son tan solo como una gota del ilimitado océano, cuando se comparan con el amor infinito e inagotable de Dios. La lengua no lo puede expresar, la pluma no lo puede describir. Podéis meditar en él cada día de vuestra vida; podéis escudriñar las Escrituras diligentemente a fin de comprenderlo; podéis dedicar toda facultad y capacidad que Dios os ha dado al esfuerzo de comprender el amor y la compasión del Padre celestial; y aun queda su infinidad. Podéis estudiar este amor durante siglos, sin comprender nunca plenamente la longitud y la anchura, la profundidad y la altura del amor de Dios al dar a su Hijo para que muriese por el mundo. La eternidad misma no lo revelará nunca plenamente (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 691).
la lección № 1 el dia 2
Dios no solo nos pregunta: «¿Me amas?», sino que también ama a cada persona, y lo hace de pura gracia. De hecho, nos ama a ti y a mí, y a todas las personas, más de lo que podemos imaginar. Conocemos este amor por la forma en que ha actuado a lo largo de la historia de su pueblo.
Lee Éxodo.33. Considera el contexto de estos versículos y la narración en la que aparecen. ¿Qué revela este pasaje, especialmente el versículo 19, acerca de la voluntad y el amor de Dios?
Todo parecía perdido. Poco después de que Dios liberara a su pueblo de la esclavitud en Egipto, Israel se rebeló contra él y adoró un becerro de oro. Cuando Moisés bajó del monte, vio lo que habían hecho y arrojó las tablas que contenían los Diez Mandamientos, las cuales se hicieron añicos. Aunque el pueblo había perdido todo derecho a los privilegios y las bendiciones del pacto que Dios les había concedido de pura gracia, el Señor decidió aun así continuar en la relación de pacto con ellos, a pesar de que eran indignos de las bendiciones de aquel acuerdo.
Las palabras de Éxodo.33, «tengo misericordia del que quiero tener misericordia, y soy clemente con quien quiero ser clemente», a menudo se malinterpretan en el sentido de que Dios elige arbitrariamente ser compasivo y misericordioso con algunos, pero no con otros. Sin embargo, a la luz del contexto, Dios no está afirmando aquí que él arbitrariamente será misericordioso y compasivo con algunos y no con otros. No es así como Dios actúa, contrariam ente a lo que dice la teología popular según la cual Dios predestina a algunos para que se pierdan y enfrenten la condenación eterna.
¿Qué está proclamando Dios aquí? Esencialmente, que como Creador de todo, tiene el derecho y la autoridad de conceder gracia y compasión libremente incluso a las personas que menos lo merecen. Y lo está haciendo en esta situación, incluso después de la rebelión del becerro de oro, al conceder misericordia a su pueblo, Israel, aunque no lo mereciera.
Este es uno de los muchos casos en los que Dios manifiesta su amor y lo hace más allá de cualquier expectativa razonable. Buenas noticias para todos nosotros, ¿verdad?
¿De qué maneras Dios sigue manifestando su amor por ti, incluso más allá de lo que podrías esperar?
Cristo, la luz del mundo, veló el deslumbrante resplandor de su divinidad y vino a vivir como hombre entre los hombres para que ellos pudieran, sin ser consumidos, conocer a su Creador…
Cristo vino para enseñar a los seres humanos lo que Dios quiere que sepan. Arriba en los cielos, abajo en la tierra, en las anchas aguas del océano, vemos la obra de la mano de Dios. Todas las cosas creadas atestiguan su poder, sabiduría y amor. No obstante, ni las estrellas ni el océano ni las cataratas nos enseñarán a conocer la personalidad de Dios tal como nos fue revelada en Cristo.
Dios vio que se necesitaba una revelación más clara que la naturaleza para retratar a lo vivo su personalidad y carácter. Mandó a su Hijo al mundo para que manifestara, en la medida en que la humana visión pudiera mirarlos, la naturaleza y los atributos del Dios invisible (El ministerio de curación, pp. 326, 327)).
[P]ara los corazones que han sido purificados por el Espíritu Santo al morar este en ellos, todo queda cambiado. Ellos pueden conocer a Dios. Moisés estaba oculto en la hendedura de la roca cuando se le reveló la gloria del Señor; del mismo modo, tan solo cuando estamos escondidos en Cristo vemos el amor de Dios…
Por la fe lo contemplamos aquí y ahora. En las experiencias diarias percibimos su bondad y compasión al manifestarse su providencia. Lo reconocemos en el carácter de su Hijo. El Espíritu Santo abre a la mente y al corazón la verdad acerca de Dios y de Aquel a quien envió. Los de puro corazón ven a Dios en un aspecto nuevo y atractivo, como su Redentor; mientras disciernen la pureza y hermosura de su carácter, anhelan reflejar su imagen. Para ellos es un Padre que anhela abrazar a un hijo arrepentido; y sus corazones rebosan de alegría indecible y de gloria plena (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 26, 27).
A causa de su profundo amor hacia Cristo, Juan deseaba siempre estar cerca de él. El Salvador amaba a los doce, pero el espíritu de Juan era el más receptivo. Era más joven que los demás y con mayor confianza infantil, abrió su corazón a Jesús. Así llegó a simpatizar más con Cristo, y mediante él, las más profundas lecciones espirituales de Cristo fueron comunicadas al pueblo…
Juan pudo hablar del amor del Padre como no lo pudo hacer ningún otro de los discípulos. Reveló a sus semejantes lo que sentía en su propia alma, representando en su carácter los atributos de Dios. La gloria del Señor se expresaba en su semblante. La belleza de la santidad que le había transformado brillaba en su rostro con resplandor semejante al de Cristo. En su adoración y amor contemplaba al Salvador hasta que la semejanza a Cristo y el compañerismo con él llegaron a ser su único deseo, y en su carácter se reflejó el carácter de su Maestro (Los hechos de los apóstoles, pp. 434, 435).
la lección № 1 el dia 3
Un ejemplo sorprendente del amor de Dios por la humanidad caída se encuentra en la historia de Oseas. Dios ordenó al profeta: «Ve, toma por mujer a una prostituta y ten hijos de prostitución con ella, porque la tierra se prostituye apartándose de Jehová» (Ose. 1: 2). Oseas y su esposa infiel iban a ser una lección viviente del amor de Dios por su pueblo, incluso a pesar de la infidelidad y la prostitución espiritual de Israel. Es decir, es una historia del amor de Dios por quienes no lo merecen.
De hecho, el pueblo se rebeló contra Dios una y otra vez, a pesar de la fidelidad y el amor que él manifestó hacia ellos. En consecuencia, la Escritura describe repetidamente a Dios como el amoroso esposo no correspondido por una cónyuge infiel. Él había amado a su pueblo perfecta y fielmente, pero ellos lo habían despreciado y habían servido y adorado a otros dioses, entristeciéndolo profundamente y rompiendo la relación de manera aparentemente irremediable.
Lee Oseas.14. ¿Qué revelan estos versículos acerca del amor inquebrantable de Dios por su pueblo?
Tras la repetida rebelión de su pueblo, Dios declara: «Yo los sanaré de su rebelión, los amaré de pura gracia». La expresión «de pura gracia» en la frase «los amaré de pura gracia» es traducción de la palabra hebrea nedabah, que describe lo que se ofrece voluntariamente. Es el mismo término utilizado para designar las ofrendas voluntarias en el sistema del Santuario.
A lo largo de Oseas, y en todas las narraciones de las Escrituras, Dios muestra un compromiso y una compasión asombrosos en favor de su pueblo. A pesar de que este se descarrió repetidamente tras otros amantes, rompiendo así la relación del pacto de manera aparentemente irremediable, Dios siguió otorgándole su amor. El pueblo no merecía el amor de Dios; lo había rechazado y había perdido todo derecho a él. Sin embargo, Dios continuó otorgándole su amor sin ningún tipo de coacción moral o de otro tipo. Aquí y en otros lugares, la Escritura muestra sistemáticamente que el amor de Dios es voluntario y ofrecido de pura gracia.
Muchos ven a Dios como un gobernante distante y un juez severo. ¿Cómo cambia tu percepción al imaginar a Dios como un esposo amoroso, despreciado y afligido por una cónyuge infiel? ¿Cómo cambia la forma en que ves tu propia relación con Dios?
[E]l Señor no abandonó a Israel sin hacer primero todo lo que podía hacerse para que volviera a serle fiel. A través de los largos y oscuros años durante los cuales un gobernante tras otro se destacaba en atrevido desafío del Cielo y hundía cada vez más a Israel en la idolatría, Dios mandó mensaje tras mensaje a su pueblo apóstata. Mediante sus profetas, le dio toda oportunidad de detener la marea de la apostasía, y de regresar a él. Durante los años ulteriores a la división del reino, Elías y Eliseo iban a aparecer y trabajar, e iban a oírse en la tierra las tiernas súplicas de Oseas, Amós y Abdías. Nunca iba a ser dejado el reino de Israel sin nobles testigos del gran poder de Dios para salvar a los hombres del pecado (Profetas y reyes, pp. 78, 79).
El amor de Dios es una cadena de oro que une a los seres humanos finitos a sí mismo. Este amor sobrepasa nuestro entendimiento. La ciencia humana no puede explicarlo. La sabiduría humana no puede comprenderlo. Los padres aman a sus hijos, pero el amor de Dios es más grande, más amplio, más profundo, de lo que puede ser el amor humano. Todo el amor paternal que se ha transmitido de generación en generación, a través del canal de los corazones humanos, todos los manantiales de ternura que se han abierto en los hijos de los hombres, no son más que un pequeño riachuelo en el océano sin límites, en comparación con el amor infinito e inagotable de Dios. La lengua no puede expresarlo; la pluma no puede describirlo. Podéis meditar sobre él todos los días de vuestra vida; podéis escudriñar las Escrituras diligentemente en un esfuerzo por comprenderlo; podéis hacer uso de todo el poder y la capacidad que Dios os ha dado; y, sin embargo, hay una infinidad más allá. Podéis estudiar ese amor dur ante siglos y, sin embargo, nunca podréis comprender plenamente la longitud, la anchura, la profundidad y la altura del amor de Dios…
Los hijos del Señor nunca están ausentes de su pensamiento (The Signs of the Times, 13 de julio, 1904).
Satanás está determinado a que los hombres no vean el amor de Dios que lo indujo a dar a su Unigénito para salvar a la raza perdida, pues es la bondad de Dios la que guía a los hombres al arrepentimiento. ¿Cómo tendremos éxito en presentar delante del mundo el profundo y precioso amor de Dios? En ninguna otra forma podremos abarcarlo, a menos que exclamemos: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios”. 1Juan.3:1. Digamos a los pecadores: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Juan.1:29. Presentando a Jesús como el representante del Padre, podremos despejar la sombra que Satanás ha proyectado sobre nuestro sendero a fin de que no veamos la misericordia y el inexpresable amor de Dios como se manifiestan en Jesucristo. Mirad a la luz del Calvario. Es una promesa permanente del ilimitado amor, de la infinita misericordia del Padre celestial (Mensajes selectos, t. 1, p. 183).
la lección № 1 el dia 4
Dios no solo continuó otorgando su amor gratuitamente a Israel a pesar de las repetidas rebeliones, sino que también sigue amándonos a nosotros aunque somos pecadores. No merecemos el amor de Dios y nunca podríamos ganárnoslo. Dios no nos necesita. El Dios de la Biblia no necesita nada (Hech.17). El amor de Dios por ti, por mí y por todas las personas es enteramente fruto de su propia voluntad.
Compara Apocalipsis.4; Salmo.33. ¿Qué nos enseñan estos versículos sobre la decisión libre y voluntaria de Dios de crear todo lo que existe?
Dios creó libremente este mundo. En consecuencia, es digno de toda gloria, honor y poder. Él no necesitaba crear ningún mundo. Aun antes de la creación de este o de cualquier otro, ya disfrutaba de la relación de amor que existía entre los integrantes de la Deidad.
Lee Juan.17. ¿Qué nos dice este texto acerca del amor de Dios antes de que el mundo existiera?
Dios no necesitaba criaturas que fueran objeto de su amor. Pero, de acuerdo con su carácter amoroso, decidió crear el mundo y entrar en una relación de amor con sus criaturas.
Dios no solo creó este mundo por iniciativa propia y como una expresión de su amor generoso, sino que también sigue amando a los seres humanos por iniciativa propia, incluso después de que estos cayeron en pecado en el Edén, e incluso después de que nosotros pecáramos personalmente.
Tras la caída en el Edén, Adán y Eva no tenían derecho a seguir viviendo y disfrutando del amor de Dios. Pero Dios, que «sustenta todas las cosas con la palabra de su poder» (Heb.1), sostuvo su vida e hizo un camino para reconciliar a la humanidad consigo mismo en virtud de su gran amor, misericordia y gracia. Y esa reconciliación también nos incluye.
¿Qué nos dice acerca del amor y el carácter de Dios el hecho de que siga haciendo a este mundo objeto de su amor a pesar de su caída y maldad? ¿De qué manera esta verdad debería motivarnos a amarlo?
Las obras creadas por Dios testifican de su amor y poder. Élha llamado al mundo a la existencia, con todo lo que contiene. Dios ama lo bello; y en el mundo que ha preparado para nosotros, no solo nos ha dado todo lo necesario para nuestra comodidad, sino que ha llenado los cielos y la tierra de belleza. Vemos su amor y cuidado en los ricos campos del otoño, y su sonrisa en la alegre luz del sol. Su mano ha hecho las rocas como castillos y las sublimes montañas. Los altos árboles crecen a su orden; él ha extendido la verde y at erciopelada alfombra de la tierra, y la ha tachonado de arbustos y flores…
La misma energía creadora que sacó el mundo a la existencia, sigue manifestándose en el sostenimiento del universo y en la continuación de las operaciones de la naturaleza. La mano de Dios guía los planetas en su marcha ordenada a través de los cielos. No se debe a un poder inherente que la tierra continúe su movimiento en derredor del sol año tras año, y produzca sus bendiciones. La palabra de Dios controla los elementos. Élcubre los cielos de nubes y prepara lluvia para la tierra. Hace fructíferos los valles, y “hace a los montes producir hierba”. Salmo.147:8 (Consejos para los maestros, pp. 177, 178).
Desde antes que fueran echados los cimientos de la tierra, el Padre y el Hijo se habían unido en un pacto para redimir al hombre en caso de que fuese vencido por Satanás. Habían unido sus manos en un solemne compromiso de que Cristo sería fiador de la especie humana. Cristo había cumplido este compromiso. Cuando sobre la cruz exclamó: “Consumado es”, se dirigió al Padre. El pacto había sido llevado plenamente a cabo. Ahora declara: Padre, consumado es. He hecho tu voluntad, oh Dios mío. He completado la obra de la redención. Si tu justicia está satisfecha, “aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, ellos estén también conmigo”. Juan.19:30; Juan.17:24.
Se oye entonces la voz de Dios proclamando que la justicia está satisfecha. Satanás está vencido. Los hijos de Cristo, que trabajan y luchan en la tierra, son “aceptos en el Amado”. Efesios.1:6. Delante de los ángeles celestiales y los representantes de los mundos que no cayeron, son declarados justificados…
Los cantos de triunfo se mezclan con la música de las arpas angelicales, hasta que el cielo parece rebosar de gozo y alabanza. El amor ha vencido. Lo que estaba perdido se ha hallado (Exaltad a Jesús, p. 97).
La muerte de Cristo demuestra el gran amor de Dios por el hombre. Es nuestra garantía de salvación. Quitarle al cristiano la cruz sería como borrar del cielo el sol. La cruz nos acerca a Dios, y nos reconcilia con él. Con la perdonadora compasión del amor de un padre, Jehová contempla los sufrimientos que su Hijo soportó con el fin de salvar de la muerte eterna a la familia humana, y nos acepta en el Amado…
Mediante la cruz podemos saber que el Padre celestial nos ama con un amor infinito (Los hechos de los apóstoles, pp. 170, 171).
la lección № 1 el dia 5
Dios no solo ama a las personas por iniciativa propia, sino que también las invita a corresponder a su amor. El hecho de que Dios nos concede la capacidad de elegir libremente aceptar o rechazar su amor resulta evidente, entre otros lugares de la Biblia, en la parábola de Cristo del banquete de bodas.
Lee Mateo.22. ¿Qué significa esta parábola?
En la parábola de Cristo acerca del banquete de bodas, un rey organiza la boda de su hijo y envía a sus siervos a «llamar a los invitados a la boda«, pero ellos «no quisieron asistir» (Mat.22). El rey envió a sus siervos para invitarlos nuevamente, pero ellos hicieron caso omiso de su invitación y, peor aún, echaron mano de sus siervos y los mataron (Mat.22).
Más tarde, después de tratar con quienes habían asesinado a algunos de sus mensajeros, el rey dijo a sus siervos: «La boda a la verdad está preparada, pero los que fueron invitados no eran dignos. Id, pues, a las salidas de los caminos y llamad a la boda a cuantos halléis» (Mat.22). Después de otro episodio en el que un hombre sin traje de bodas es expulsado, lo que significa la necesidad de recibir un traje de bodas del rey para asistir al banquete nupcial, Jesús cierra la parábola con la enigmática pero muy sig nificativa frase: «Muchos son llamados, pero pocos escogidos» (Mat.22).
¿Qué significa esto? Los «escogidos» son quienes aceptan la invitación del Señor a la boda. El término griego traducido como «llamar» e «invitar», a lo largo de la parábola, es kaleō, y lo que determina quién es finalmente «escogido» (eklektos, derivado de kaleō) es si ha aceptado la invitación.
De hecho, Dios llama (es decir, invita) a todos al banquete de bodas. Sin embargo, cualquiera de nosotros puede rechazar el amor de Dios. La libertad es esencial para el amor. Dios nunca impondrá su amor a nadie. Es triste decirlo, pero podemos rechazar tener una relación de amor con Dios.
Los «escogidos» son quienes aceptan la invitación. Para aquellos que aman a Dios, él ha preparado cosas inimaginablemente maravillosas. Una vez más, todo se reduce a la cuestión del amor y de la libertad inherente al amor.
¿Qué hay en tu vida que revele que has aceptado la invitación a la boda y que estás apropiadamente vestido para participar de ella?
Cada hombre está libre para elegir el poder que quiera ver dominar sobre él. Nadie ha caído tan bajo, nadie es tan vil que no pueda hallar liberación en Cristo. El endemoniado, en lugar de oraciones, no podía sino pronunciar las palabras de Satanás; sin embargo, la muda súplica de su corazón fue oída. Ningún clamor de un alma en necesidad, aunque no llegue a expresarse en palabras, quedará sin ser oído. Los que consienten en hacer pacto con el Dios del cielo, no serán abandonados al poder de Satanás o a las flaquezas de su propia naturaleza. Son invitados por el Salvador: “Echen mano… de mi fortaleza; y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz conmigo!” Isaías.27:5 (El Deseado de todas las gentes, p. 224).
El Señor Dios ha provisto un banquete para toda la raza humana. Se representa en la parábola como una gran cena donde se provee una fiesta para cada alma. Todos los relacionados con esta cena pueden disfrutar del festín, que es el evangelio. Esta fiesta está abierta a todos los que la reciban. Todos son invitados e instados a ir…
Quienes son partícipes de la fiesta de bodas, la fiesta del evangelio, por medio de este hecho expresan que han aceptado a Cristo como su Salvador personal. Usan sus vestimentas distintivas. Han aceptado la verdad según es en Jesús, que es el manto de la Justicia de Cristo. Sólo glorifican a Cristo los que aceptan la invitación: “Venid pues todo está listo”, vengan a la cena de bodas del Cordero. Estos se ponen el lino blanco, el carácter limpio, puro, mostrando así que dejaron la senda del viejo hombre que vive en su ignorancia. Su lenguaje cambia. Su conversación es totalmente diferente (Alza tus ojos, p. 302).
Deberíamos considerar el gran sacrificio que se realizó por nosotros para conseguirnos el manto de la justicia, tejido en el telar del cielo. Nos ha invitado a la fiesta de boda, y ha provisto un traje para cada uno. El ropaje de la justicia ha sido comprado a un costo infinito; y cuán atrevido es el insulto que asciende al cielo cuando alguien se presenta a sí mismo como candidato a la fiesta de boda llevando su traje de justicia propia. ¡Cómo deshonra a Dios, mostrando abiertamente su desprecio por el sacrificio realizado en el Calvario!…
Nadie probará la cena de las bodas del Cordero, si no tiene el traje de boda. Pero Juan escribió: “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”. Apocalipsis.3:5 Entonces, antes de que sea demasiado tarde, que cada uno se dirija al Mercader celestial en busca de las vestiduras blancas, el colirio, el oro probado en el fuego y el aceite de la gracia celestial (That I May Know Him, p. 264; parcialmente en A fin de conocerle, p. 263).
Adán. Fue una “revelación del misterio que por tiempos eternos fue guardado en silencio” (Rom.16). Fue una manifestación de los principios que desde las edades eternas habían sido el fundamento del trono de Dios. Desde el principio, Dios y Cristo sabían de la apostasía de Satanás y de la caída del hombre seducido por el apóstata. Dios no ordenó que el pecado existiese, sino que previó su existencia, e hizo provisión para hacer frente a la terrible emergencia. Tan grande fue su amor por el mundo que se comprometió a dar a su Hijo unigénito “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan.3)» (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, pp. 13, 14).Cristo no vino en la forma en que los judíos lo esperaban. No vino de una manera tal que los glorificara como nación… El mensaje de Cristo fue: “El reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. Los judíos rehusaron recibir a Cristo, porque no vino según la forma en que lo esperaban. Las ideas de hombres finitos fueron tenidas por infalibles, porque eran muy antiguas.
Este es el peligro al cual la iglesia se halla expuesta ahora…[Muchos] no están dispuestos a ser despojados de las vestimentas de su justicia propia. No están dispuestos a cambiar su justicia, que es injusticia, por la justicia de Cristo, que es la verdad pura no adulterada. El Espíritu Santo no adula a ningún hombre, ni trabaja de acuerdo con el designio de hombre alguno. Los hombres finitos, pecadores, no han de manejar al Espíritu Santo. Cuando este venga como reprobador, por medio de cualquier agente humano a quien Dios escoja, el lugar del hombre es oír y obedecer su voz (Testimonios para los ministros, pp. 64, 65).
Cristo murió por cada hijo e hija de Adán; y siendo que el Hijo de Dios ha expresado un amor tan asombroso, al hacer este gran sacrificio por el pecador, a fin de que por la fe en él no tenga que perecer, sino que tenga vida eterna, ¿cómo puede el objeto de este gran amor ser indiferente y permanecer en el pecado y la desobediencia, y no reconocer de corazón a Cristo sin un momento de demora? ¿Cómo puede alguien querer hacer el mal? . . A medida que cumplan la voluntad de Aquel que ama al mundo y que dio a su Hijo unigénito para morir por ellos, fortalecerán todas las facultades del alma y aumentarán su propia felicidad y paz.
El Señor ha honrado grandemente a los hombres, dándoles a Jesucristo para rescatarlos de las garras de Satanás… [Jesús ha dicho:] “Bástate mi gracia”. Todo el que procure hacer el bien en su propia fuerza finita, encontrará que sus esfuerzos fracasan; pero los que aceptan a Cristo por la fe, encontrarán en él un Salvador personal (Fundamentals of Christian Education, pp. 291, 292).
Este gran sacrificio [de Cristo] no fue hecho para crear amor en el corazón del Padre hacia el hombre, ni para moverle a salvarnos. ¡No! ¡No! “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito”. Juan.3:16. Si el Padre nos ama no es a causa de la gran propiciación, sino que élproveyó la propiciación porque nos ama. Cristo fue el medio por el cual el Padre pudo derramar su amor infinito sobre un mundo caído. “Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo mismo al mundo”. 2Corintios.5:19. Dios sufrió con su Hijo. En la agonía del Getsemaní, en la muerte del Calvario, el corazón del Amor infinito pagó el precio de nuestra redención…
Nadie sino el Hijo de Dios podía efectuar nuestra redención; porque solo El, que estaba en el seno del Padre, podía darle a conocer. Sólo El, que conocía la altura y la profundidad del amor de Dios, podía manifestarlo. Nada que fuese inferior al infinito sacrificio hecho por Cristo en favor del hombre podía expresar el amor del Padre hacia la perdida humanidad (El camino a Cristo, pp. 13, 14).
� � ��u ��mDios es amor. Así lo afirma 1 Juan 4: 8 y 16. Toda la Biblia da testimonio de esta verdad. La fe cristiana se fundamenta en el carácter amoroso de Dios. El amor está en el centro del carácter de Dios, en el centro de todo lo que creemos y debería estar en el centro de todo lo que hacemos. En consecuencia, la forma en que entendemos el amor influye en la totalidad de nuestra fe y práctica. Por ejemplo, si creemos que el amor de Dios debe ganarse o merecerse, podríamos pensar que Dios no nos ama porque somos pecadores e indignos. Del mismo modo, en nuestras relaciones con los demás, podríamos erróneamente esperar que otros deban ganarse nuestro amor. Esto sería una verdadera receta para el desastre.
la lección № 1 el dia 1
Éxodo.33; Oseas.14; Apocalipsis.4; Juan.17; Mateo.22; Juan.10.
Para memorizar
«Yo los sanaré de su rebelión, los amaré de pura gracia, porque mi ira se apartó de ellos» (Ose. 14: 4).
Aunque Pedro negó a Jesús tres veces, tal como Jesús había predicho (Mat.26), esas negaciones no fueron el final de la historia. Después de la resurrección, Jesús le preguntó: «“Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?”. Le respondió: “Sí, Señor; tú sabes que te quiero”. Él le dijo: “Apacienta mis corderos”. Volvió a decirle la segunda vez: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?”. Pedro le respondió: “Sí, Señor; tú sabes que te quiero”. Le dijo: “Pastorea mis ovejas”. Le dijo la tercera vez: “Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres?”. Pedro se entristeció de que le dijera por tercera vez: “¿Me quieres?”, y le respondió: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas”». (Juan.21). Así como Pedro había negado a Jesús tres veces, Jesús restauró a Pedro tres veces por medio de la pregunta crucial: «¿Me amas?»
Por diferentes que sean nuestras circunstancias de las de Pedro, en muchos aspectos el principio es el mismo. Es decir, la pregunta que Jesús había hecho a Pedro es, en realidad, la pregunta definitiva que Dios nos hace a cada uno de nosotros en nuestro tiempo y lugar: «¿Me amas?». Todo depende de nuestra respuesta a esa pregunta.
Cristo puso a prueba a Pedro tres veces después de su resurrección. “Simón, hijo de Jonás —le dijo—, ¿me amas más que estos?…
Esta pregunta que escudriñaba el corazón era necesaria en el caso de Pedro, y es necesaria en nuestro caso. La obra de restauración nunca puede ser completa a menos que se llegue hasta las raíces del mal. Vez tras vez han sido recortadas las ramas, pero ha sido dejada la raíz de amargura para que resurja y contamine a muchos. Pero debe llegarse hasta la profundidad misma del mal oculto, los sentidos morales deben ser juzgados, y juzgados otra vez a la luz de la presencia divina. La vida di Z Z ��9
la lección № 1 el dia 6
Dios invita a todos a una relación de amor con él, pero solo quienes aceptan la invitación disfrutan de los resultados eternos. Como se ve en la parábola del banquete de bodas, muchos de los invitados por el rey «no quisieron asistir» (Mat.22).
En consecuencia, poco antes de su crucifixión, Cristo se lamentó: «¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, pero no quisiste!» (Mat.23). Cristo quería reunirlos, pero ellos no quisieron. El mismo verbo griego que significa «querer» (thelō) se utiliza tanto para referirse al deseo de Cristo de salvarlos como a la falta de disposición de ellos a ser salvados. El mismo término aparece en Mateo.22.
Sin embargo, Cristo fue a la Cruz por estas personas y por nosotros. ¡Increíble amor! Aunque el pecado humano merece la muerte, Dios mismo (en Cristo) pagó el precio y ha encontrado la manera de reparar la relación rota entre el Cielo y la Tierra. Mientras tanto, continúa otorgándonos su amor, aunque no tiene ninguna obligación más allá de su propio y libre compromiso de hacerlo.
Lee Juan.10; Juan.18. Compáralo con Gálatas.2. ¿Cuál es el mensaje que nos transmiten estos textos?
En la Cruz, la demostración máxima del amor de Dios, vemos que Cristo se entregó por nosotros por su propia voluntad e iniciativa. Nadie le quitó la vida, sino que él la ofreció voluntariamente siguiendo el Plan de Redención acordado en el Cielo antes de la fundación del mundo.
«El plan de nuestra redención no fue una reflexión ulterior, formulada después de la caída de � �[�9
la lección № 2 el dia 1
2Pedro.3; Deuteronomio.7; Romanos.11; 1Juan.4; Juan.15; 1Juan.3.
Para memorizar
«Respondió Jesús y le dijo: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él”» (Juan.14).
Se ha enseñado a muchos que la palabra griega agapē se refiere al amor exclusivamente divino, y que otros términos, también traducidos como amor –tal el caso de filia (del verbo fileō)–, designan sentimientos menos sublimes que agapē. Algunos afirman también que agapē se refiere a un amor unilateral, el de alguien que ama pero nunca recibe amor, un amor totalmente independiente de la resp ��!
la lección № 1 el dia 7
Lee el capítulo titulado «El premio inmerecido», en las páginas 337 a 349 del libro Palabras de vida del gran Maestro, de Elena G. de White.
«El mundo está envuelto por las tinieblas de la falsa concepción de Dios. Los mortales están perdiendo el conocimiento de su carácter, el cual ha sido malentendido y malinterpretado. En este tiempo, debe proclamarse un mensaje de Dios, un mensaje que ilumine con su influencia y salve con su poder. Su carácter ha de ser dado a conocer. Sobre las tinieblas del mundo ha de resplandecer la luz de su gloria, de su bondad, su misericordia y su verdad.
»Esta es la obra bosquejada por el profeta Isaías en las palabras: “Levanta con fuerza la voz, oh Jerusalén, tú que anuncias buenas nuevas. Levántala; no temas. Di a las ciudades de Judá: ‘¡He aquí su Dios!’. He aquí que el Señor Dios vendrá con poder, y su brazo gobernará por él. He aquí que su retribución viene con él, y su obra delante de él” (Isa.40, RVA15).
»Aquellos que esperan la venida del Esposo han de decir al pueblo: “¡He aquí su Dios!”. Los últimos rayos de luz misericordiosa, el último mensaje de clemencia que debe darse al mundo, es una revelación de su carácter de amor. Los hijos de Dios tienen que manifestar su gloria. En su vida y carácter se revelará lo que la gracia de Dios ha hecho por ellos.
»La luz del Sol de Justicia debe brillar en buenas obras, en palabras de verdad y hechos de santidad» (Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro, p. 344).
Preguntas para dialogar:
Peor que pensar que Dios no existe sería creer que Dios nos odia. ¿Qué mundo tan diferente sería el nuestro si eso fuera cierto?
¿Por qué crees que existe una comprensión tan errónea acerca del carácter de Dios en nuestro mundo actual? Reflexiona acerca de cómo podrías ayudar a las personas a percibir más claramente el carácter amoroso de Dios.
¿Cuál es el mensaje que debemos proclamar hoy acerca el carácter de Dios? ¿Cómo explicarías este mensaje a alguien que aún no está familiarizado con la realidad del amor de Dios? ¿Qué evidencia puedes señalar que muestre la realidad de su amor y su maravilloso carácter?
Hablar del amor de Dios es una cosa, pero revelarlo y reflejarlo en nuestra vida es otra. ¿Qué «hechos de santidad» podrían revelar el amor de Dios a quienes nos rodean?
Los hechos de los apóstoles, “Un fiel subpastor”, pp. 410-421.
La historia de la redención, “El libre albedrío del hombre”, pp. 38-41.
uesta humana.Sin embargo, un estudio cuidadoso del amor divino a lo largo de la Escritura muestra que estas ideas, aunque comunes, son erróneas. En primer lugar, el término griego agapē se refiere no solo al amor de Dios, sino también al amor humano, incluso a veces al amor humano mal dirigido (por ejemplo, en 2Tim.4). En segundo lugar, a lo largo de la Escritura, muchos términos distintos de agapē se refieren al amor de Dios. Por ejemplo, Jesús enseñó que «el mismo Padre los ama [fileō_], porque ustedes me han amado [_fileō_]» (Juan.16, RVC). Aquí, el término griego _fileō se utiliza no solo para referirse al amor humano, sino también al amor de Dios por los seres humanos. Por tanto, fileō no debe interpretarse como un amor inferior, sino como una expresión auténtica del amor divino.
Las Escrituras también enseñan que el amor de Dios no es unilateral, sino profundamente relacional, en el sentido de que para Dios supone una profunda diferencia que los seres humanos reflejen o no su amor por él y por los demás.
Dios tiene un amor profundo y ferviente por cada miembro de la familia humana; ninguno es olvidado, ninguno es dejado indefenso y engañado para ser vencido por el enemigo. Y si los que se han alistado en el ejército de Cristo se visten con toda la armadura de Dios, y la usan, estarán a salvo contra todos los ataques del enemigo. Los que realmente desean ser instruidos por Dios, y andar en sus caminos, tienen la promesa segura de que si reconocen su falta de sabiduría y piden a Dios, él les dará abundantemente, y no les reprenderá. El apóstol dice: “Pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”… Dios respalda cada promesa, y no podemos deshonrarlo más que titubeando y vacilando, pidiendo y no creyendo, y luego hablando con duda…
Creed; creed que Dios hará exactamente lo que ha prometido. Seguid elevando vuestras oraciones, y velad, trabajad y esperad. Pelead la buena batalla de la fe. Decid a vuestro corazón: “Dios me ha invitado a venir. Él ha escuchado mi oración. Ha empeñado su palabra de que me recibirá, y cumplirá su promesa. Puedo confiar en Dios, porque me amó tanto que dio a su Hijo unigénito para que muriera por mí. El Hijo de Dios es mi Redentor” (Fundamentals of Christian Education, pp. 299, 300).
Dios nos ha dado a Jesús, y en él está la revelación de Dios. Nuestro Redentor dice: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. “Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre”. Si conocemos a Dios, y a Cristo Jesús a quien él ha enviado, un gozo inefable llenará el alma. ¡Oh, cuánto necesitamos la presencia divina! (Testimonios para los ministros, pp. 169, 170).
Son ilimitadas las concesiones de Dios en nuestro favor. El trono de la gracia reviste la atracción más elevada, porque lo ocupa Aquel que nos permite llamarle Padre. Pero Jehová no consideró completo el plan de la salvación mientras estaba solamente investido de su amor. Colocó en su altar a un Abogado revestido de su naturaleza. Como nuestro intercesor, el cargo de Cristo consiste en presentarnos a Dios como sus hijos e hijas. Intercede en favor de los que le reciben. Con su propia sangre pagó su rescate. En virtud de sus propios méritos, les da poder para ser miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. Y el Padre demuestra su amor infinito hacia Cristo recibiendo como a sus amigos, a los amigos de Cristo y dándoles la bienvenida. Está satisfecho con la expiación hecha. Queda glorificado por la encarnación, la vida, la muerte y la mediación de su Hijo (Consejos para los maestros, p. 15).
cen, Dios nunca deja de amarlos. En Jeremías.31, él proclama a su pueblo: «Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia». En otras partes, la Biblia enseña repetidamente que el amor de Dios es eterno (ver, por ejemplo, Salmo.136). El amor de Dios nunca se agota. Es eterno. Esto nos resulta difícil de entender pues a menudo nos cuesta amar a los demás, ¿verdad?Sin embargo, si como individuos pudiéramos aprender a experimentar la realidad de ese amor; es decir, conocer por nosotros mismos el amor de Dios, ¡cuán diferente sería nuestra vida y nuestro trato hacia los demás!
Si Dios ama a todas las personas, eso significa que también ama a aquellas que consideramos despreciables (y que abundan por todas partes). ¿Qué nos enseña el amor de Dios hacia estas personas sobre cómo deberíamos relacionarnos con ellas?
El plan de salvación trazado por el Cielo es bastante amplio para abarcar todo el mundo. Dios anhela impartir el aliento de vida a la humanidad postrada. Y no permitirá que se quede chasqueado nadie que anhele sinceramente algo superior y más noble que cuanto puede ofrecer el mundo. Envía constantemente sus ángeles a aquellos que, si bien están rodeados por las circunstancias más desalentadoras, oran con fe para que algún poder superior a sí mismos se apodere de ellos y les imparta liberación y paz. De varias maneras Dios se les revelará, y los hará objeto de providencias que establecerán su confianza en Aquel que se dio a sí mismo en rescate por todos, “a fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios, y guarden sus mandamientos”. Salmo.78:7…
Dios ha declarado: “Y guiaré los ciegos por camino que no sabían, haréles pisar por las sendas que no habían conocido; delante de ellos tornaré las tinieblas en luz, y los rodeos en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé”. Isaías.42:16 (Profetas y reyes, p. 280).
Nuestro Dios tiene a su disposición el cielo y la tierra y sabe exactamente lo que necesitamos. Sólo podemos ver hasta corta distancia delante de nosotros; mas “todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”. Hebreos.4:13. Por sobre las perturbaciones de la tierra está él entronizado; y todas las cosas están abiertas a su visión divina; y desde su grande y serena eternidad ordena aquello que su providencia ve que es lo mejor.
Ni siquiera un pajarillo cae al suelo sin que lo note el Padre. El odio de Satanás contra Dios le induce a deleitarse en destruir hasta los animales. Y solo por el cuidado protector de Dios son preservadas las aves para alegrarnos con sus cantos de gozo. Pero él no se olvida siquiera de los pajarillos. “Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos”. Mateo.10:31 (Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 285).
La palabra de Dios ha de tener un efecto santificador en nuestra relación con cada miembro de la familia humana. La levadura de la verdad no producirá espíritu de rivalidad, ambición, deseo de primacía. El amor verdadero nacido del cielo no es egoísta y cambiable. No depende de la alabanza humana. El corazón de aquel que recibe la gracia de Dios desborda de amor a Dios y a aquellos por los cuales Cristo murió. El yo no lucha para ser reconocido. No ama a otros porque ellos lo aman a él y le agradan, porque aprecian sus méritos, sino porque constituyen una posesión comprada por Cristo. Si sus motivos, palabras o acciones son mal entendidas o falseadas, no se ofende, sino que prosigue invariable su camino. Es amable y considerado, humilde en la opinión que tiene de sí mismo, y sin embargo lleno de esperanza, y siempre confía en la misericordia y el amor de Dios (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 72, 73).
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La Biblia describe a menudo la especial relación de amor de Dios con nosotros utilizando metáforas familiares o de parentesco, en particular metáforas del amor entre marido y mujer o de una madre buena por su hijo. Estas metáforas se utilizan sobre todo para describir la relación especial entre Dios y el pueblo con el que estableció su pacto. Se trata de una relación de amor pactual, que implica no solo el amor de Dios por su pueblo, sino también la expectativa de que el pueblo acepte ese amor, y ame a Dios y a los demás.
Lee Deuteronomio.7. ¿Qué nos enseñan estos versículos sobre la relación entre los pactos que hace Dios y su constante amor?
Deuteronomio.7 describe el tipo especial de amor que Dios prodiga al pueblo con el que entró en una relación de pacto, una relación que depende en parte de si permanecen fieles o no. El amor de Dios no es condicional, pero la relación de pacto con su pueblo sí lo es.
La palabra traducida como «misericordia» en Deuteronomio.7 (hesed) por sí misma refleja cómo el amor divino está ligado al pacto y mucho más. El término hesed se utiliza a menudo para describir la grandeza de la misericordia, la bondad y el amor de Dios. Entre otras cosas, hesed se refiere a la bondad amorosa o amor leal por otra persona dentro de una relación de amor recíproco. También implica el inicio de una relación de este tipo con la expectativa de que la otra parte muestre esa misma bondad y amor a cambio.
El hesed de Dios muestra que su bondad es extremadamente fiable, constante y duradera. Sin embargo, al mismo tiempo, la recepción de los beneficios del hesed es condicional, ya que depende de la disposición de su pueblo a obedecer y sostener su parte de la �x�s
la lección № 2 el dia 2
Las Escrituras son claras: Dios ama a todos. El versículo más famoso de las Escrituras, Juan.3, proclama esta verdad: «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna».
Lee Salmos.33; Salmos.145. ¿Qué enseñan estos versículos acerca de la extensión o alcance del amor, la compasión y la misericordia de Dios?
Algunas personas pueden pensar que no son dignas de ser amadas o que Dios puede amar a todos los demás menos a ellas. Sin embargo, la Biblia proclama sistemáticamente que Dios ama a todas las personas. No hay nadie a quien él no ame. Y, puesto que Dios ama a todos, también quiere que todos se salven.
Lee 2Pedro.3; 1Timoteo.2; Ezequiel.33. ¿Qué enseñan estos textos acerca del amor de Dios y de su deseo de salvar a todos?
El versículo posterior a Juan.3ñade: «Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él» (Juan.3). Si dependiera solo de Dios, todos los seres humanos aceptarían su amor y se salvarían. Sin embargo, el Señor no impone su amor a nadie. Las personas son libres de aceptarlo o rechazarlo.
Y, aunque algunos lo recha relación (ver 2Sam.22; 1Rey.8; 2Crón.6; Sal.25; Sal.32).
El amor inquebrantable de Dios es la base de todas las relaciones amorosas, es un amor que nosotros nunca podríamos igualar. Dios no solo nos concedió por iniciativa propia la existencia, sino que también en Cristo se entregó voluntariamente por nosotros: «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan.15). Sin duda, la mayor expresión del amor de Dios se reveló cuando el Señor «se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz» (Fil.2).
¿De qué manera puedes mantener constantemente presente en tus pensamientos la realidad del amor de Dios? ¿Por qué es importante hacerlo?
En la Palabra de Dios se da la prueba de un cristiano genuino. Dice Jesús: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Juan.14:15. “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él… El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió”. Juan.14:21; Juan.14:23.
Aquí están las condiciones sobre las cuales cada alma será elegida para la vida eterna. Su obediencia a los mandamientos de Dios demostrará su derecho a la herencia con los santos en luz. Dios ha elegido una cierta excelencia de carácter, y cada uno que, por medio de la gracia de Cristo, alcance la norma de sus requerimientos, tendrá una entrada abundante al reino de la gloria. Todos los que alcancen esta norma de carácter tendrán que emplear los medios que Dios ha provisto para este fin.
Si quiere heredar el reposo que queda para los hijos de Dios, debe llegar a ser un colaborador con Dios. Usted está elegido para llevar el yugo de Cristo, para llevar su carga, para alzar su cruz. Debe ser diligente para “hacer firme vuestra vocación y elección”. 2Pedro.1:10.
Investigue las Escrituras y verá que no se elige ni un hijo o una hija de Adán para ser salvo en desobediencia a la ley de Dios. El mundo invalida la ley de Dios, pero los cristianos son llamados a la santificación por medio de la obediencia a la verdad. Si quieren tener la corona, son elegidos para llevar la cruz (Fundamentals of Christian Education, p. 125; y en Ser semejante a Jesús, pp. 43, 126).
Mientras Juan contemplaba la altura, la profundidad y la amplitud del amor del Padre hacia nuestra raza feneciente, se llenó de admiración y reverencia. No pudo encontrar las palabras adecuadas para expresar ese amor, sino que pide al mundo que lo contemple: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. 1Juan.3:1. ¡qué valor se le concede al hombre! Por la transgresión los hijos de los hombres quedaron sujetos a Satanás. Pero por el infinito sacrificio de Cristo y la fe en su nombre, los hijos de Adán son hechos hijos de Dios. Al asumir la naturaleza humana, Cristo elevó la humanidad. A los hombres caídos se les concede otra oportunidad y se les permite, mediante la unión con Cristo, que se eduquen, se mejoren y se eleven para, de ese modo, ser dignos de ser llamados “hijos de Dios”.
Tal amor no tiene parangón. Jesús exige que todos los que fueron comprados con el precio de su vida hagan el mejor uso de los talentos que les dio. Deben aumentar su conocimiento de la voluntad divina y mejorar constantemente su intelecto y su moral hasta alcanzar una perfección de carácter un poco inferior a la de los ángeles (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 556).
e tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre; y yo lo amaré, y me manifestaré a él» (Juan.14). Del mismo modo, Jesús proclama a sus discípulos: «El Padre mismo los ama, porque ustedes me han amado y han creído que yo salí de Dios» (Juan.16, RVC).Estos y otros textos enseñan que el hecho de disfrutar de los beneficios de una relación salvífica con Dios depende de que aceptemos su amor (lo que también implica estar dispuestos a compartir ese amor con los demás). Una vez más, esto no significa que el amor de Dios deje de existir. Pero, así como no podemos impedir que el sol brille, pero podemos aislarnos de sus rayos, no podemos hacer nada para detener el amor eterno de Dios, pero podemos rechazar finalmente una relación con Dios y, por tanto, aislarnos de lo que nos ofrece; especialmente, de la vida eterna.
¿De qué maneras pueden las personas ver y experimentar la realidad del amor de Dios, independientemente de que correspondan a ese amor o no? Por ejemplo, ¿cómo revela su amor el mundo natural, incluso después del pecado?
Considerar a Cristo como nuestra única fuente de fortaleza, presentar su amor incomparable para que la culpa de los pecados fuera cargada a su cuenta y su propia justicia fuera acreditada al hombre, de ninguna manera anula o descarta la ley o rebaja su dignidad; al contrario: la coloca en el lugar en que brilla sobre ella la verdadera luz y la glorifica. Esto se logra solo por la luz que refleja desde el Calvario. La ley es completa y plena en el gran plan de salvación, solamente al ser presentada en la luz que brilla desde el Salvador crucificado y resucitado. Esto se puede discernir solo espiritualmente. Enciende en el corazón del que contempla la fe ardiente, la esperanza y el gozo de que Cristo es su justicia. Este gozo es solo para los que aman y guardan las palabras de Jesús, que son las palabras de Dios (Mensajes selectos, t. 3, p. 200).
Será un gran misterio para [el creyente] que Jesús haya hecho tan grande sacrificio a fin de redimirlo. Exclamará, con humilde semblante y labio vacilante: “Él me amó. Se dio a sí mismo por mí. Se hizo pobre para que yo, por su pobreza, pudiera ser hecho rico. El varón de dolores no me despreció, sino que derramó su amor inagotable y redentor para que mi corazón pudiera ser hecho limpio; y me ha traído de vuelta a la lealtad y la obediencia a todos sus mandamientos. Su condescendencia, su humillación, su crucifixión, son los milagros culminantes de la maravillosa manifestación del plan de salvación… Todo lo hizo para que sea posible impartirme su propia justicia, para que yo pueda cumplir la ley que he transgredido. Por esto lo adoro. Y proclamaré de él a todos los pecadores”. Proclamaré, ‘¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!’” (The Review and Herald, 16 de octubre, 1888, párrafo 11; parcialmente en Dios nos cuida, p. 318).
Al principio, Dios se revelaba en todas las obras de la creación. Fue Cristo quien extendió los cielos y echó los cimientos de la tierra. Fue su mano la que colgó los mundos en el espacio, y modeló las flores del campo. “Él asienta las montañas con su fortaleza”, “suyo es el mar, pues que él lo hizo”. Salmo.65:6; Salmo.95:5. Fue él quien llenó la tierra de hermosura y el aire con cantos. Y sobre todas las cosas de la tierra, del aire y el cielo, escribió el mensaje del amor del Padre.
Aunque el pecado ha estropeado la obra perfecta de Dios, esa escritura permanece. Aun ahora todas las cosas creadas declaran la gloria de su excelencia. Fuera del egoísta corazón humano, no hay nada que viva para sí… Las flores exhalan fragancia y ostentan su belleza para beneficio del mundo. El sol derrama su luz para alegrar mil mundos (El Deseado de todas las gentes, pp. 11, 12).
� �� �'�Qla lección № 2 el dia 5
El amor de Dios es eterno e inmerecido. Sin embargo, los seres humanos pueden rechazarlo. Tenemos la oportunidad de aceptar o rechazar ese amor, pero solo porque Dios nos ama por iniciativa propia con su amor perfecto y eterno antes de cualquier cosa que hagamos (Jer.31). Nuestro amor a Dios es una respuesta a lo que ya se nos ha dado incluso antes de que lo pidiéramos.
Lee 1Juan.4, con especial atención a los versículos 7 y 19. ¿Qué nos dice esto acerca de la iniciativa divina de amarnos?
El amor de Dios siempre ocurre primero. Si Dios no nos amara en primer lugar, nosotros no podríamos amarlo. Aunque Dios nos creó con la capacidad de amar y ser amados, Dios mismo es el fundamento y la fuente de todo amor. Sin embargo, nosotros podemos elegir aceptar su amor y reflejarlo en nuestra vida. Esta verdad se ejemplifica en la parábola de Cristo acerca del siervo que no estaba dispuesto a perdonar (ver Mat.18).
En esa parábola, vemos que no había forma de que el siervo pudiera devolver lo que debía a su amo: 10.000 talentos. Un talento equivalía a unos 6.000 denarios. Y un denario era lo que se pagaba a un jornalero por un día de trabajo (Mat.20). Por lo tanto, a un trabajador promedio le llevaría 6.000 días de trabajo ganar un talento. Supongamos que, después de contabilizar los días de descanso, un obrero promedio trabajara 300 días al año y, �A�
la lección № 2 el dia 4
Dios llama e invita a cada persona a una relación íntima de amor con él (ver Mat.22). Responder adecuadamente a esa invitación implica obedecer el mandato divino de amar a Dios y a los demás (ver Mat.22). Disfrutar de los beneficios de esta relación con Dios depende de si uno decide libremente aceptar o rechazar su amor.
Lee Oseas.9; Jeremías.16; Romanos.11; Judas.21. ¿Qué enseñan estos textos acerca de si los beneficios del amor de Dios pueden ser rechazados o incluso perdidos?
En estos y otros textos, el hecho de disfrutar de los beneficios de una relación de amor con Dios se describe repetidamente como condicionado a la respuesta humana a ese amor. Sin embargo, no debemos cometer el error de pensar que Dios deja de amar a alguien. Como hemos visto, el amor de Dios es eterno. Y, aunque en Oseas.9 Dios dice de su pueblo: «No los amaré más», es importante recordar que más adelante, en el mismo libro, Dios declara acerca de su pueblo: «Los amaré de pura gracia» (Ose. 14: 4). Oseas.9 no puede significar que Dios deja por completo de amar a su pueblo. Debe referirse, en cambio, a la condicionalidad de algún aspecto o beneficio particular de una relación de amor con Dios. Además, la forma en que respondemos a su amor es crucial para que esta relación continúe.
«El qu por lo tanto, ganara 300 denarios en un año. En ese caso, ese trabajador tardaría aproximadamente veinte años en pagar un talento, que consistía en 6.000 denarios (6.000 dividido por 300 = 20). Para ganar 10.000 talentos, un trabajador tal tendría que trabajar 200.000 años. En resumen, el siervo nunca podría pagar esa suma. Sin embargo, el amo sintió compasión por su siervo y le perdonó su enorme deuda.
No obstante, cuando este siervo se negó a perdonar la deuda mucho menor (100 denarios) de uno de sus compañeros de servicio e hizo que lo encarcelaran por ella, el amo se llenó de ira y anuló su misericordioso perdón. El siervo perdió el amor y el perdón de su señor. Aunque la compasión y la misericordia de Dios nunca se agotan, uno puede finalmente rechazar o incluso renunciar a los beneficios de la compasión y la misericordia divinas.
Piensa en lo que se te ha perdonado y en el hecho de que fuiste perdonado gratuitamente por Jesús. ¿Qué debería decirte esto acerca de perdonar a los demás?
En la parábola se revocó la sentencia cuando el deudor pidió una prórroga, con la promesa: “Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo”. Toda la deuda fue cancelada, y pronto se le dio una oportunidad de seguir el ejemplo del Señor que le había perdonado. Al salir, se encontró con un consiervo que le debía una pequeña suma. Se le habían perdonado diez mil talentos, y el deudor le debía cien denarios. Pero el que había sido tratado tan misericordiosamente, trató a su consiervo en una forma completamente distinta…
Cuando el deudor suplicó misericordia a su señor, no comprendía verdaderamente la enormidad de su deuda. No se daba cuenta de su impotencia. Esperaba librarse. “Ten paciencia conmigo —dijo—, y yo te lo pagaré todo”. Así también hay muchos que esperan merecer por sus propias obras el favor de Dios. No comprenden su impotencia. No aceptan la gracia de Dios como un don gratuito, sino que tratan de levantarse a sí mismos con su justicia propia. Su propio corazón no está quebrantado y humillado a causa del pecado, y son exigentes y no perdonan a otros. Sus propios pecados contra Dios, comparados con los pecados de sus hermanos contra ellos, son como diez mil talentos comparados con cien denarios, casi a razón de un millón por uno; sin embargo, se atreven a no perdonar (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 191, 192).
Si el Señor tratara a la familia humana como los hombres se tratan unos a otros, habríamos sido consumidos; pero él es longánime, de tierna compasión, que perdona nuestras transgresiones y pecados. Cuando lo buscamos de todo corazón, lo hallamos…
Pero la misericordia de Cristo al perdonar las iniquidades de los hombres nos enseña que debe haber un perdón abundante para las ofensas y pecados que nuestros prójimos cometen contra nosotros. Cristo dio esta lección a sus discípulos para corregir los males que enseñaban y practicaban por precepto y ejemplo los que interpretaban las Escrituras en ese tiempo…
El hombre puede ser salvo únicamente por medio de la maravillosa paciencia de Dios al perdonarle sus muchos pecados y transgresiones, pero los que son bendecidos por la misericordia de Dios debieran manifestar el mismo espíritu de paciencia y perdón hacia los que constituyen la familia del Señor (Alza tus ojos, p. 41).
Dios… tiene corazón de Padre y mucha paciencia con sus hijos. En su trato con el pueblo de Israel les suplicó con misericordia y amor. Pacientemente expuso sus pecados ante ellos, y con clemencia esperó que vieran y reconocieran sus errores. Cuando se arrepintieron y confesaron sus pecados, éllos perdonó; y aunque la ofensa se repitió frecuentemente no pronunció palabras de burla, ni expresó resentimiento.
Cristo claramente afirmó que aunque alguien peque reiteradamente ha de ser perdonado, si se arrepiente, aun si pecare setenta veces siete (Alza tus ojos, p. 296).
e cuánto se le ha perdonado?Si amar a Dios implica amar a los demás, debemos compartir con urgencia el mensaje del amor de Dios, tanto de palabra como por obra. Deberíamos ayudar a las personas en su vida cotidiana aquí y ahora, tratar de ser un instrumento del amor de Dios y dirigir la atención de los demás hacia aquel que les ofrece la vida eterna en un Cielo y una Tierra nuevos, una nueva creación de este mundo que está tan estropeado y devastado por el pecado y la muerte, los frutos lúgubres de rechazar el amor de Dios.
¿Qué pasos concretos puedes dar para amar a Dios amando a los demás? ¿Qué podrías hacer hoy y en los próximos días para mostrar a las personas el amor de Dios e invitarlas a disfrutar de lo que significa aceptar la promesa de la vida eterna?
Los que viven en estrecho compañerismo con Cristo serán promovidos por él a posiciones de confianza. El siervo que hace lo mejor que puede por su Amo, es admitido en la familia de Aquel cuyas órdenes obedece con agrado. En el fiel cumplimiento del deber podemos llegar a ser uno con Cristo, porque los que obedecen los mandamientos de Dios pueden hablarle libremente. El que habla más familiarmente con su Guía divino tiene la concepción más exaltada de su grandeza, y es el más obediente a sus mandamientos.
“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho… Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”. Juan.15:7-15.
El carácter del que viene con fe a Dios dará testimonio de que el Salvador ha entrado en su vida, dirigiendo todo, penetrándolo todo. Tal persona pregunta continuamente: “¿Es esta tu voluntad, mi Salvador?” Mira constantemente a Jesús, el Autor y Consumador de su fe. Consulta la voluntad de su Amigo divino en todas sus acciones, porque sabe que en esa confianza está su fortaleza. Ha convertido en un hábito el elevar su corazón a Dios en cada dificultad e incertidumbre (A fin de conocerle, p. 295).
El Señor los ama, y en tanto sigan en las huellas de Jesús, andarán seguros. Es fundamental que toda alma que profesa el nombre de Cristo haga senderos rectos para sus pies. ¿Por qué? No sea que el cojo se desvíe del camino. Es terrible, muy terrible dar a un alma un mal ejemplo y conducirla por el rumbo equivocado a causa de la forma en que ustedes andan…
Jesús es rico en gracia. Obtengan, obtengan constantemente de él, pues pueden tener valiosas provisiones (Alza tus ojos, p. 273).
Los que identifican sus intereses enteramente con Cristo querrán servirle, y cuanto más hagan las obras de Cristo procurando bendecir a los demás, tanto más les impartirá Jesús su luz y su amor, para que puedan comunicarlo a los demás. Guardaos de intentar enseñar a otros a menos que vosotros mismos seáis alumnos diarios de la escuela de Cristo. Debemos repetir sus lecciones; debemos manifestar su espíritu de bondad, paciencia, tolerancia y amor. No podéis impartir a otros lo que vosotros mismos no tenéis. Mantened encendidos en vuestros corazones la luz y el amor de Dios, para que podáis ayudar a los demás; porque se necesita más celo, mayor devoción y una fe más firme y ferviente. Debéis velar y orar mucho, así como escudriñar las Escrituras si queréis aprender las preciosas lecciones de la fe. Debéis guardaros de hacer de los sentimientos vuestro criterio; pues esto en sí no es evidencia de que sois hijos de Dios, o de que no lo sois. “Por sus frutos los conoceréis”. Son la obediencia y la fe las que nos unen a Jesucristo. Debéis aprender el sencillo arte de aceptar la palabra de Dios. Entonces tendréis tierra firme bajo vuestros pies (The Youth’s Instructor, 18 de agosto, 1886, párrafo 6).
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Así como el siervo de la parábola no podía pagar su deuda a su amo, nosotros nunca podríamos compensar a Dios por la nuestra. Nunca podríamos ganar o merecer el amor de Dios. «Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rom.5). ¡Qué amor tan asombroso! Como dice 1Juan.3: «Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios».
Sin embargo, lo que podemos y debemos hacer es reflejar el amor de Dios a los demás tanto como nos sea posible. Si hemos recibido tanta compasión y perdón, ¿cuánto más deberíamos otorgar compasión y perdón a los demás? Recordemos que el siervo perdió la compasión y el perdón de su amo porque no se los concedió a su consiervo. Si realmente amamos a Dios, no dejaremos de reflejar su amor a los demás.
Lee Juan.15; 1Juan.3; 1Juan.4. ¿Qué enseñan estos pasajes acerca del amor de Dios y de la relación entre su amor, nuestro amor a él y el amor a los demás?
Inmediatamente después de Juan.15, Jesús dijo a sus discípulos: «Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando» (Juan.15, RVC). ¿Qué les ordenó Jesús (al igual que a nosotros)? Entre otras cosas, que amaran a los demás como él los amaba. Aquí y en otros lugares, el Señor nos ordena amar a Dios y amarnos mutuamente.
En resumen, debemos reconocer que se nos ha perdonado una deuda infinita e impagable para nosotros, una deuda que fue cancelada en la Cruz en favor de nosotros. Por tanto, debemos amar a Dios, alabarlo y ser amorosos y misericordiosos con los demás. Como enseña Lucas.7, mucho ama aquel a quien mucho se le ha perdonado, pero «a quien se le perdona poco, poco ama». ¿Quién de nosotros no es consciente d � � �D�
la lección № 3 el dia 1
Lucas.15; Sofonías.3; Efesios.5; Isaías.43; Romanos.8; Romanos.5; Marcos.9.
Para memorizar
«Jehová está en medio de ti; ¡él es poderoso y te salvará! Se gozará por ti con alegría, callará de amor, se regocijará por ti con cánticos» (Sof.3).
Imagina la siguiente situación: En el Día del Padre, un niño de cinco años se acerca a su progenitor con un regalo mal envuelto y se lo entrega emocionado. El padre le dice: «Hijo, no me importa tu rega �r �g
la lección № 2 el dia 7
Lee el capítulo titulado «¿Podemos comunicarnos con Dios?» en las páginas 137 a 155 del libro El camino a Cristo, de Elena G. de White.
«Presenta a Dios tus necesidades, tristezas, gozos, preocupaciones y temores. No puedes incomodarlo ni agobiarlo. El que tiene contados los cabellos de tu cabeza no es indiferente a las necesidades de sus hijos. “Es que el Señor es muy compasivo y misericordioso” (Sant.5). Su amoroso corazón se conmueve por nuestras tristezas, incluso cuando las presentamos delante de él. Llévale todo lo que confunde. No hay nada que sea tan pesado que él no lo pueda soportar, pues sostiene los mundos y rige todos los asuntos del universo. Nada que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeño que él no lo note. No hay en nuestra experiencia ningún episodio tan oscuro que él no lo pue da leer, ni perplejidad tan grande que no la pue da solventar. Ninguna calamidad puede ocurrirle al más pequeño de sus hijos, ninguna ansiedad puede asaltar el alma, ningún gozo alegrarlo, ninguna oración sincera escaparse de los labios, sin que el Padre celestial lo perciba y sin que tome en ello un interés inmediato. Él “restaura a los abatidos y cubre con vendas sus heridas” (Sal.147). Las relaciones entre Dios y cada alma son tan especiales y únicas como si no hubiera habido otra alma de la que ocuparse ni por la cual entregar a su Hijo amado» (El camino a Cristo, pp. 148-149).
Preguntas para dialogar:
Reflexiona en la frase anterior: «Las relaciones entre Dios y cada alma son tan especiales y únicas como si no hubiera habido otra alma de la que ocuparse ni por la cual entregar a su Hijo amado». ¿Qué consuelo te brinda esto, y cómo deberías vivir al saber cuán cerca está Dios de ti y cuánto te cuida? ¿Cómo puedes aprender a vivir en armonía con la realidad de esa maravillosa promesa? Imagina que la creyeras de verdad cada día.
¿Cómo entiendes Salmo.103; Salmo.1 la luz de la lección de esta semana? ¿Qué revela ese texto sobre la eternidad del amor de Dios y, sin embargo, del hecho de que los beneficios de una relación con él dependen de si aceptamos su amor?
¿De qué manera influye el hecho de conocer esto en tu relación con Dios? ¿Cómo influye en tu forma de ver las dificultades de los demás?
En los lugares celestiales, 26 de enero, “En una relación correcta con Dios”, p. 34.
En los lugares celestiales, 10 de enero, “No para condenar sino para salvar”, p. 18.
lo. Al fin y al cabo, no hay nada que puedas darme que me satisfaga. Cualquier cosa que me des la puedo conseguir yo mismo, la he comprado con mi dinero o está hecha con materiales que yo he pagado. Así que, guárdate tu regalo. No lo necesito ni lo quiero. Pero aun así te amo».¿Qué te parece la reacción imaginaria de ese padre? Vienen a mi mente palabras como «sin corazón», «frío» e «insensible». ¿Es así como Dios nos responde? ¿Podemos agradar a Dios? Aunque sea difícil de imaginar, incluso nosotros, seres caídos, corrompidos por el pecado y propensos al mal, podemos agradar a Dios. En otras palabras, Dios no nos considera a nosotros ni los dones que le traemos con la actitud de ese padre. Al contrario, podemos agradar a Dios, pero solo por medio de Cristo.
La gloria del evangelio consiste en que se encuentra fundado sobre el principio de restauración en la humanidad caída de la imagen Divina por medio de una manifestación constante de benevolencia. Esta obra comenzó en las cortes celestiales. Allí Dios decidió dar a los seres humanos evidencia inequívoca del amor que sentía por ellos. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan.3:16.
La Divinidad se conmovió de piedad por la humanidad, y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se dieron a sí mismos a la obra de formar un plan de redención. Con el fin de llevar a cabo plenamente ese plan, se decidió que Cristo, el Hijo unigénito de Dios, se entregara a sí mismo como ofrenda por el pecado. ¿Con qué se podría medir la profundidad de este amor? Dios quería hacer que resultara imposible para el hombre decir que hubiera podido hacer más. Con Cristo, dio todos los recursos del cielo, para que nada faltara en el plan de la elevación de los seres humanos. Este es amor, y su contemplación debiera llenar el alma con gratitud inexpresable. ¡Oh, cuánto amor, cuánto amor incomparable! (Consejos sobre la salud, pp. 219, 220).
Para fortalecer nuestra confianza en Dios, Cristo nos enseña a dirigirnos a él con un nuevo nombre, un nombre entretejido con las asociaciones más caras del corazón humano. Nos concede el privilegio de llamar al Dios infinito nuestro Padre. Este nombre, pronunciado cuando le hablamos a él y cuando hablamos de él, es una señal de nuestro amor y confianza hacia él, y una prenda de la forma en que él nos considera y se relaciona con nosotros. Pronunciado cuando pedimos un favor o una bendición, es una música en sus oídos…
Dios nos considera sus hijos. Nos ha redimido del mundo abandonado, y nos ha escogido para que lleguemos a ser miembros de la familia real, hijos e hijas del Rey del cielo. Nos invita a confiar en él con una confianza más profunda y más fuerte que aquella que un hijo deposita en un padre terrenal. Los padres aman a sus hijos, pero el amor de Dios es más grande, más amplio, más profundo de lo que al amor humano le es posible ser. Es inconmensurable (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 141, 142).
Para gloria del Maestro, ambicionad cultivar todas las gracias del carácter. Debéis agradar a Dios en todos los aspectos de la formación de vuestro carácter. Podéis hacerlo, pues Enoc agradó al Señor aunque vivía en una época degenerada. Y en nuestros días también hay Enocs.
Permaneced firmes como Daniel, el fiel hombre de estado a quien ninguna tentación pudo corromper. No chasqueéis a Aquel que os amó de tal manera que dio su propia vida para expiar vuestros pecados. “Sin mí nada podéis hacer” (Juan.15:5), dice. Recordad esto. Si habéis cometido errores, ganáis ciertamente una victoria si los veis y los consideráis señales de advertencia. De ese modo transformáis la derrota en victoria, chasqueando al enemigo y honrando a vuestro Redentor (Palabras de vida del gran Maestro, p. 267).
o en casa, especialmente como hijo.Pero, en la parábola, el padre (que representa a Dios mismo) no reacciona así. Por el contrario, «cuando [el hijo pródigo] aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido a misericordia, y corrió y se echó sobre su cuello y lo besó» (Luc.15). Aunque en aquellos tiempos se consideraba poco digno que el dueño de la casa fuera en busca de alguien, el padre, en su gran compasión, salió a buscar a su hijo. Incluso organizó una fiesta de bienvenida para él, lo cual representa la gran compasión de Dios por cada persona descarriada y el gozo que siente cuando aun una sola persona vuelve al hogar. ¡Qué hermosa imagen de Dios!
Resulta interesante la reacción del otro hijo. ¿Por qué fue una reacción tan humana, basada, al menos en parte, en la justicia, y también tan comprensible? Sin embargo, ¿qué nos enseña esa parte de la historia acerca de cómo los conceptos humanos de justicia no captan la profundidad del evangelio o del amor de Dios por nosotros?
Levantaos e id a vuestro Padre. Élos saldrá al encuentro muy lejos. Si dais, arrepentidos, un solo paso hacia él, se apresurará a rodearos con sus brazos de amor infinito. Su oído está abierto al clamor del alma contrita. Élconoce el primer esfuerzo del corazón para llegar a él… Aun antes de que la oración sea pronunciada, o el anhelo del corazón sea dado a conocer, la gracia de Cristo sale al encuentro de la gracia que está obrando en el alma humana.
Vuestro Padre celestial os quitará los vestidos manchados por el pecado… Precisamente así os vestirá Dios con “vestidos de salud”, y os cubrirá con el “manto de justicia”. Isaías.61:10…
“Él os llevará a su casa de banquete, y su bandera que flameará sobre vosotros será amor”. Cantares.2:4. “Si anduvieres por mis caminos —declara él—, entre estos que aquí están te daré plaza” (Zacarías.3:7), aun entre los santos ángeles que rodean su trono (Palabras de vida del gran Maestro, p. 162).
El hombre que trata de guardar los mandamientos de Dios solamente por un sentido de obligación —porque se le exige que lo haga— nunca entrará en el gozo de la obediencia. Élno obedece. Cuando los requerimientos de Dios son considerados como una carga porque se oponen a la inclinación humana, podemos saber que la vida no es una vida cristiana. La verdadera obediencia es el resultado de la obra efectuada por un principio implantado dentro. Nace del amor a la justicia, el amor a la ley de Dios. La esencia de toda justicia es la lealtad a nuestro Redentor. Esto nos inducirá a hacer lo bueno porque es bueno, porque el hacer el bien agrada a Dios (Palabras de vida del gran Maestro, p. 70).
Cuando el padre sale a reconvenirlo, se revelan el orgullo y la malignidad de su naturaleza. Presenta su propia vida en la casa de su padre como una rutina de servicio no recompensado… Cuando hubiera debido hallar gozo perdurable en la presencia de su padre, su mente descansaba en el provecho que provendría de su vida prudente. Sus palabras revelan que por esto él se ha privado de los placeres del pecado…
No obstante, el padre arguye tiernamente con él. “Hijo —dice—, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas”. A través de todos estos años de la vida perdida de tu hermano, ¿no has tenido el privilegio de gozar de mi compañía?…
¿Se logró que el hermano mayor viera su propio espíritu vil y desagradecido? ¿Llegó a ver que aunque su hermano había obrado perversamente, era todavía su hermano? ¿Se arrepintió el hermano mayor de sus celos y de la dureza de su corazón? Concerniente a esto, Cristo guardó silencio. Porque la parábola todavía se estaba desarrollando, y a sus oyentes les tocaba determinar cuál sería el resultado (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 163, 164).
] �] �] �=la lección № 3 el dia 3
Aunque nos cueste imaginarlo, Dios considera que cada persona tiene un valor incalculable, y por eso se regocija por la salvación de una sola alma.
Lee Sofonías.3. ¿Cómo arroja luz este versículo sobre la parábola del hijo pródigo?
Sofonías.3 muestra enfáticamente el deleite que Dios experimenta por la redención de su pueblo. En este versículo aparecen casi todas las palabras del idioma hebreo que expresan alegría y regocijo. Daría la impresión de que ninguno de esos términos fuera suficiente por sí solo para describir la magnitud del regocijo divino. Nota también dónde está Dios según este versículo: «en medio» de su pueblo. La reconciliación que surge de la relación de amor implica la presencia inmediata de Dios. Al igual que el padre que corrió al encuentro de su hijo, Dios está en medio de su pueblo.
En Isaías.62 se utiliza una analogía matrimonial. Según ese texto, el pueblo de Dios sería llamad �0�c
la lección № 3 el dia 2
Como vimos en una lección anterior, no hay nadie, incluso el peor pecador o malhechor, a quien Dios no ame. Puesto que Dios valora a las personas más de lo que podemos imaginar, le disgusta el pecado porque nos ama y sabe el daño que el pecado nos hace.
Lee Lucas.15. ¿Qué revela la parábola del hijo pródigo acerca de la compasión y el amor de Dios? ¿Qué advertencia hace a quienes, como el otro hijo, permanecieron en casa?
En esta historia que cuenta Jesús, el hijo menor de un hombre pidió su herencia antes de tiempo, lo que implicó rechazar a su padre y su familia. El hijo pródigo dilapida su herencia y se ve reducido a la pobreza y al hambre, al punto de anhelar la comida con que alimenta a los cerdos puestos a su cuidado. Al darse cuenta de que los criados de su padre tienen comida en abundancia, decide volver a casa con la esperanza de convertirse en uno de ellos.
Lo que sigue es impactante. Algunos padres rechazarían a un hijo como ese. «Tomaste tu herencia y te fuiste lejos. Ya no hay aquí lugar para ti». Esa sería en verdad una actitud lógica. A los ojos de algunos padres, ese joven había ido demasiado lejos como para ser aceptado de nuev o «Hefzi-bá», que significa «mi delicia»; y la tierra recibiría el nombre de «Beula», que significa «casada». ¿Por qué? Porque, como dice el texto, «el Señor se deleita en ti y te reclamará como su esposa» (NTV). El pináculo mismo de la alegría de Dios está reservado para el día de la restauración, cuando él recibirá a su pueblo y se regocijará a causa de nosotros, así como el padre se regocijó por el regreso de su hijo pródigo.
Lee Efesios.5. ¿Qué dice esto acerca del tipo de amor que también nosotros estamos llamados a demostrar?
Este pasaje exhorta a los esposos a amar a sus esposas «como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella», y a amarlas «como a sus mismos cuerpos» (Efe.5). Estos textos no solo ponen de relieve el tipo de amor desinteresado y abnegado que un marido debe prodigar a su esposa, sino que también muestran que Cristo mismo ama a su pueblo (la iglesia) como parte de sí mismo.
“Como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo”. Isaías.62:5. “Élsalvará; gozaráse sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cantar”. Sofonías.3:17. Y el cielo y la tierra se unirán en el canto de regocijo del Padre: “Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; habíase perdido, y es hallado” (Palabras de vida del gran Maestro, p. 207).
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la relación matrimonial se emplea para representar la unión tierna y sagrada que existe entre Cristo y su pueblo. En el pensar de Cristo, la alegría de las festividades de bodas simbolizaba el regocijo de aquel día en que él llevará la Esposa a la casa del Padre, y los redimidos juntamente con el Redentor se sentarán a la cena de las bodas del Cordero. Éldice: “De la manera que el novio se regocija sobre la novia, así tu Dios se regocijará sobre ti”. “Ya no serás llamada Dejada… sino que serás llamada mi Deleite… porque Jehová se deleita en ti”. “Jehová… gozaráse sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cantar”. Isaías.62:5; Isaías.62:4; Sofonías.3:17. Cuando la visión de las cosas celestiales fue concedida a Juan el apóstol, escribió: “Y oí como la voz de una grande compañía, y como el ruido de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: Aleluya: porque reinó el Señor nuestro Dios Todopoderoso. Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque son venidas las bodas del Cordero, y su esposa se ha aparejado”. “Bienaventurados los que son llamados a la cena del Cordero”. Apocalipsis.19:6-7 (El Deseado de todas las gentes, p. 125).
Nuestro propósito debiera ser infundir toda la amabilidad posible en nuestra vida y hacer todos los favores posibles a los que nos rodean. Las palabras bondadosas nunca se pierden. Jesús las registra como si hubieran sido dirigidas a él mismo. Sembrad semillas de bondad, de amor y de ternura, y florecerán y darán fruto…
“También Cristo nos amó —escribe Pablo—, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”. Esta es la oblación de la dádiva de una vida en nuestro favor, para que podamos ser todo lo que él desea que seamos: sus representantes que expresen la fragancia de su carácter, sus pensamientos puros, sus atributos divinos como se manifestaron en su vida humana santificada, para que otros puedan contemplarlo en su forma humana; y que al comprender el maravilloso designio de Dios sean inducidos a desear ser como Cristo: puros, incontaminados, plenamente aceptables ante Dios, sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante (Comentarios de Elena G. de White, en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, p. 1118).
No dicen que Dios ama solo a los justos o que Dios ama solo al dador alegre. Dios ama a todos. Sin embargo, para que estos textos transmitan algo, deben significar que Dios ama a «los justos» y «al dador alegre» en algún sentido especial. Lo que hemos visto en Proverbios.15; Proverbios.9 contiene la clave acerca de esto: Dios los ama en el sentido de estar complacido con ellos.Piensa en cuán estrechamente ligados están el Cielo y la Tierra para que Dios, el Creador del universo, esté tan íntimamente comprometido, incluso emocionalmente, con nosotros. ¿Qué esperanza debería darte esta asombrosa idea, especialmente si estás atravesando por un mal momento?
No solamente debemos orar en el nombre de Cristo, sino por la inspiración del Espíritu Santo. Esto explica lo que significa el pasaje que dice que “el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles”. Romanos.8:26. Dios se deleita en contestar tal oración. Cuando con fervor e intensidad expresamos una oración en el nombre de Cristo, hay en esa misma intensidad una prenda de Dios que nos asegura que él está por contestar nuestra oración “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”. Efesios.3:20.
Cristo dijo: “Todo lo que orando pidiereis, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. Marcos.11:24. “Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”. Marcos.11:24. Y el amado Juan, por la inspiración del Espíritu Santo, dice con gran claridad y certeza: “Si demandáremos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que demandáremos, sabemos que tenemos las peticiones que le hubiéremos demandado”. 1Juan.5:14-15. Presentad, pues, vuestra petición ante el Padre en el nombre de Jesús. Dios honrará tal nombre (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 113, 114).
Lo que necesitamos en este tiempo de peligro son oraciones fervorosas mezcladas con una fe intensa, y confianza en Dios cuando Satanás arroja sus sombras sobre el pueblo de Dios. Todos deben recordar que Dios se complace en escuchar las súplicas de su pueblo, porque la iniquidad prevaleciente exige oraciones más fervorosas, y Dios ha prometido que vengará a sus elegidos que claman a él día y noche, aun cuando él sea paciente con los impíos…
Estoy muy agradecida porque en esta oportunidad podemos apartar nuestras mentes de las dificultades que nos rodean y de la opresión que sobrecogerá al pueblo de Dios, para contemplar la luz y el poder celestiales. Si nos colocamos del lado de Dios, de Cristo y de las inteligencias celestiales, quedaremos cubiertos por el amplio escudo de la omnipotencia; el poderoso Dios de Israel es nuestro ayudador; por lo tanto no necesitamos temer. Los que tocan al pueblo de Dios, tocan la pupila de su ojo (Mensajes selectos, t. 2, pp. 427, 429).
Jesús es la gran luz que ilumina a todo hombre que viene al mundo. Todo el cielo está interesado en el conflicto que se desarrolla en este mundo entre la verdad y el error, la luz y las tinieblas. La gran Fuente de toda luz brilla constantemente, y aquellos que capten sus rayos y los reflejen en otros serán portadores de luz en este mundo oscurecido. No agradamos a Dios cuando permitimos que nuestras mentes se detengan en nuestras imperfecciones, lamentándonos constantemente por nuestra condición, con nuestros ojos dirigidos continuamente hacia nuestros errores y equivocaciones. Venid a Jesús; Él es la luz del mundo. Agarraos a su fuerza por la fe y haceos la paz con él. ¿Hablaréis de vuestra debilidad? —No; no: porque eso agrada al enemigo. Meditad sobre la gran ayuda que se os ha prestado en Jesús, vuestro Redentor (Australasian Union Conference Record, 6 de mayo, 1907).
� �� �~�la lección № 3 el dia 5
¿Cómo es posible que nosotros, seres caídos y pecadores, podamos agradar a un Dios santo?
Lee Romanos.5; Romanos.8. ¿Qué enseñan estos textos acerca de nuestra posición ante Dios?
Dios concede su gracia a las personas antes de cualquier respuesta humana. Antes de cualquier cosa que digamos o hagamos, Dios se acerca a nosotros y nos da la oportunidad de aceptar o rechazar su amor. Como dice Romanos.5: «Dios muestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (compara con Jer.31). Podemos reconciliarnos con Dios y ser agradables a sus ojos por la fe y en virtud de la obra de nuestro Redentor.
Lee 1Pedro.2 y compáralo con Hebreos.11. ¿Qué nos dice esto acerca de cómo podemos agradar a Dios?
Sin la intervención de Dios, las personas caídas son incapaces de aportar nada valioso a Dios. Sin embargo, en su gracia y misericordia, él ha abierto un camino para ello a través de la obra de Cristo. Concretamente, «por medio de Jesucristo» podemos «ofrecer sacrifici �3�i
la lección № 3 el dia 4
¿Cómo es posible que el Dios del universo se complazca en meros seres humanos, fugaces manchas de protoplasma en un minúsculo planeta en medio de lo que probablemente sea un universo infinito? ¿Cómo es posible que los seres humanos importen tanto al Ser supremo, que es todopoderoso y no necesita nada? Estas preguntas pueden dividirse en dos aspectos. En primer lugar, ¿cómo puede Dios mismo deleitarse? En segundo lugar, ¿cómo podemos los seres humanos deleitarlo, sobre todo en vista de nuestra pecaminosidad? El primer aspecto de estas preguntas es el tema de nuestro estudio de hoy; el segundo aspecto nos ocupará mañana.
Lee Isaías.43; Salmo.149; Proverbios.15; Proverbios.9. ¿Qué nos dicen estos textos acerca del deleite de Dios a causa de nosotros individualmente y de su pueblo?
Como vimos parcialmente ayer, Dios puede complacerse en los seres humanos porque ama a las personas de una manera que tiene en cuenta los mejores intereses para ellas, así como lo haría cualquiera que amara y se preocupara por los demás.
Por el contrario, Dios se disgusta con su pueblo cuando este hace lo malo. De hecho, Proverbios.15; Proverbios.9 enseña que, mientras que el «sacrificio» y el «camino» de los malvados son «abominable[s] para Jehová», la «oración de los rectos es su gozo» y «él ama al que sigue la justicia». Este pasaje no solo muestra que a Dios le disgusta el mal, sino también que se deleita en la bondad. Además, pone el deleite divino y el amor en una relación directa, mostrando la profunda conexión existente entre el amor de Dios y su deleite, que aparece en toda la Escritura.
Según Salmo.146: «Jehová ama a los justos». Otro texto, 2Corintios.9, añade: «Dios ama al dador alegre». Observa, en primer lugar, lo que estos versículos no dicen. os espirituales aceptables a Dios» (1Ped.2). Aunque «sin fe es imposible agradar a Dios» (Heb.11), por la obra mediadora de Cristo, Dios hará a los creyentes «aptos en todo lo bueno para hacer su voluntad, haciendo él en nosotros lo que es agradable delante de él por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén» (Heb.13). Quienes responden a Dios por la fe son considerados justos ante él por la mediación de Cristo, cuya justicia es aceptable. Así, quienes responden a las amorosas propuestas de Dios son considerados dignos en virtud de la mediación de Cristo (Luc.20), quien los transforma a su semejanza (1Cor.15; 1Juan.3). La obra redentora de Dios no es solo algo hecho para nosotros, sino también en nosotros.
¿Por qué es tan alentadora la idea de que Cristo medie por ti en el Cielo?
No hay nada que fomente la incredulidad. El Señor manifiesta su gracia y su poder vez tras vez, y esto debe enseñarnos que siempre es provechoso, en todas las circunstancias, fomentar la fe, hablar de la fe, proceder con fe. No debemos permitir que nuestros corazones y nuestras manos se debiliten al permitir que las sugestiones de mentes incrédulas planten en nuestros corazones las semillas de duda y desconfianza [se cita Hebreos.3:12].
El Señor obra en cooperación con la voluntad y la acción del ser humano. Cada persona tiene privilegio y el deber de aceptar lo que dice Dios, creer en Jesús como su Salvador personal y responder anhelante e inmediatamente a las bondadosas propuestas que Dios hace. El hombre debe estudiar para creer y obedecer las instrucciones divinas de las Escrituras. Debe basar su fe no en sentimientos, sino en evidencias y en la Palabra de Dios (Comentarios de Elena G. de White, en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, pp. 939, 940).
Todo lo que Dios podía hacer lo ha hecho para manifestar su amor y misericordia para vosotros. “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Por lo tanto descansad en la seguridad del amor de Dios… Dios no nos amó porque le hayamos amado primero; sino porque “siendo aún pecadores”, Cristo murió por nosotros, haciendo una provisión plena y abundante para nuestra redención. Aunque por causa de la desobediencia merecíamos el desagrado y la condenación de Dios, él no nos abandonó para dejarnos que lucháramos contra el poder del enemigo con nuestra propia fortaleza finita. Los ángeles santos luchan por nosotros, y si cooperamos con ellos, podremos ser victoriosos sobre los poderes del mal… Si nos acercamos a él por fe, él se acercará a nosotros, nos adoptará en su familia, y nos hará hijos e hijas suyos (Hijos e hijas de Dios, p. 55).
Dios y Cristo sabían desde el principio en cuanto a la apostasía de Satanás y a la caída de Adán por el poder engañador del apóstata. El propósito del plan de salvación era redimir a la raza caída, darle otra oportunidad. Cristo fue designado como Mediador desde la creación de Dios, designado desde la eternidad para ser nuestro sustituto y garantía. Antes de que fuera hecho el mundo, se dispuso que la divinidad de Cristo estuviera revestida de humanidad. “Me preparaste cuerpo” (Hebreos.10:5), dijo Cristo…
La obra de la redención es poner a la humanidad en comunión con Cristo, efectuar la unión de la raza caída con la divinidad. Cristo tomó la forma humana para que los hombres pudieran ser uno con él, así como él es uno con el Padre; para que Dios amara al hombre como ama a su Hijo unigénito; para que los hombres pudieran ser participantes de la naturaleza divina y pudieran ser completos en Cristo (Mensajes selectos, t. 1, pp. 293, 294).
amor para que alcance a otros. «Amémonos unos a otros con amor fraternal; respetemos y mostremos deferencia hacia los demás. Si algo demanda diligencia, no seamos perezosos; sirvamos al Señor con espíritu ferviente. Gocémonos en la esperanza, soportemos el sufrimiento, seamos constantes en la oración. Ayudemos a los hermanos necesitados. Practiquemos la hospitalidad» (Rom.12, RVC).Si Dios nos acepta a través de Cristo, ¿cuánto más deberíamos aceptar a los demás? ¿Qué luz arrojan sobre esta idea el mandamiento de amar a tu prójimo como a ti mismo (Lev.19; Mat.22) y la Regla de Oro de tratar a los demás como quieres que te traten?
Las palabras dichas a Jesús a orillas del Jordán: “Este es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento”, abarcan a toda la humanidad. Dios habló a Jesús como a nuestro representante. No obstante todos nuestros pecados y debilidades, no somos desechados como inútiles. Él”nos hizo aceptos en el Amado”. Efesios.1:6. La gloria que descansó sobre Jesús es una prenda del amor de Dios hacia nosotros. Nos habla del poder de la oración, de cómo la voz humana puede llegar al oído de Dios, y ser aceptadas nuestras peticiones en los atrios celestiales. Por el pecado, la tierra quedó separada del cielo y enajenada de su comunión; pero Jesús la ha relacionado otra vez con la esfera de gloria. Su amor rodeó al hombre, y alcanzó el cielo más elevado. La luz que cayó por los portales abiertos sobre la cabeza de nuestro Salvador, caerá sobre nosotros mientras oremos para pedir ayuda con que resistir a la tentación. La voz que habló a Jesús dice a toda alma creyente: “Este es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento” (El Deseado de todas las gentes, pp. 87, 88).
“Si puedes algo, ayúdanos, teniendo misericordia de nosotros”. ¡Cuántas almas cargadas por el pecado han repetido esta oración! Y para todas, la respuesta del Salvador compasivo es: “Si puedes creer, al que cree todo es posible”. Es la fe la que nos une con el Cielo y nos imparte fuerza para luchar con las potestades de las tinieblas. En Cristo, Dios ha provisto medios para subyugar todo rasgo pecaminoso y resistir toda tentación, por fuerte que sea. Pero muchos sienten que les falta la fe, y por lo tanto permanecen lejos de Cristo. Confíen estas almas desamparadas e indignas en la misericordia de su Salvador compasivo. No se miren a sí mismas, sino a Cristo. El que sanó al enfermo y echó a los demonios cuando estaba entre los hombres es hoy el mismo Redentor poderoso. La fe viene por la palabra de Dios. Entonces aceptemos la promesa: “Al que a mí viene, no le echo fuera”. Juan.6:37. Arrojémonos a sus pies clamando: “Creo, ayuda mi incredulidad”. Nunca pereceremos mientras hagamos esto, nunca (El Deseado de todas las gentes, p. 396).
En nuestro trato con otros, pongámonos en su lugar. Comprendamos sus sentimientos, sus dificultades, sus chascos, sus gozos y sus pesares. Identifiquémonos con ellos; luego tratémoslos como quisiéramos que nos trataran a nosotros si cambiásemos de lugar con ellos. Esta es la regla de la verdadera honradez… Es la médula de la enseñanza de los profetas, un principio del cielo. Se desarrollará en todos los que se preparan para el sagrado compañerismo con él.
La regla de oro es el principio de la cortesía verdadera, cuya ilustración más exacta se ve en la vida y el carácter de Jesús. ¡Oh! ¡qué rayos de amabilidad y belleza se desprendían de la vida diaria de nuestro Salvador! ¡Qué dulzura emanaba de su misma presencia! El mismo espíritu se revelará en sus hijos. Aquellos con quienes mora Cristo serán rodeados de una atmósfera divina… Sus rostros reflejarán la luz de su semblante, que iluminará la senda para los pies cansados e inseguros (El discurso maestro de Jesucristo, p. 114).
� � ��7la lección № 3 el dia 6
Al amparo de la misericordia y la mediación de Dios, él se complace aun en la más pequeña respuesta positiva a su amor. Por medio de Aquel que es el único digno de amor y perfectamente justo, cada uno de nosotros puede ser considerado justo y contado entre los amados de Dios que vivirán con él en perfecto amor por la eternidad. Esta es la gran esperanza de la Redención, que implica la obra de Cristo por nosotros en el Cielo.
Pero, tal vez te preguntes, ¿esto puede incluirme a mí también? ¿Y si no soy lo suficientemente bueno? ¿Y si carezco de la fe suficiente?
Lee Marcos.9. ¿Cómo responde Dios al hombre del relato? ¿Cuánta fe es suficiente?
Los discípulos no pudieron expulsar al demonio. Para este padre y su hijo, toda esperanza parecía perdida. Pero Jesús se acercó y le dijo al padre: «Si puedes creer, al que cree todo le es posible» (Mar.9). Y el padre clamó diciendo: «Yo creo. ¡Ayúdame a creer más!» (Mar.9).
Jesús no dijo al hombre: «Vuelve a mí cuando tengas más fe». En lugar de eso, su clamor: «¡Ayúdame a creer más!» fue suficiente.
Sin fe es imposible agradar a Dios (Heb.11). Sin embargo, Jesús acepta aun la fe más pequeña. Podemos agradar a Dios por la fe en virtud de la mediación de Cristo. Por medio de la fe y gracias a la obra de Cristo en nuestro favor, podemos responder de forma que agrademos a Dios, así como un padre humano se complace cuando su hijo le da un regalo, aunque este no tenga valor en sí mismo.
Por lo tanto, debemos seguir el consejo de Pablo de que nuestro objetivo sea «agradar» a Dios (2Cor.5; compara con Col.1; 1Tes.4; Heb.11). Además, debemos pedir a Dios que transforme nuestros intereses para que incluyan el bienestar de aquellos a quienes amamos y que expanda nuestro � 8 � �k�Y
la lección № 4 el dia 1
Salmo.103; Isaías.49; Oseas.11; Mateo.23; 2Corintios.11; 1Corintios.13.
Para memorizar
«¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? ¡Aunque ella lo olvide, yo nunca me olvidaré de ti!» (Isa.49).