Arlequín con espejo

Tras el fin de la Primera Guerra Mundial llegan los "felices años veinte". Europa empieza a reponerse del conflicto y entra en un periodo de estabilidad política. La pintura vuelve a la figuración y de nuevo temas y colores alegres aparecen en el horizonte artístico.

Uno de los primeros en cambiar su estilo es Picasso, inspirado por la que será su primera mujer, Olga Koklova, una bailarina rusa de la que se enamora cuando va a Roma a trabajar como decorador para el ballet de Diaghilev. Picasso se instala con su esposa en un barrio burgués de París, y comienza a frecuentar la alta sociedad. De esta época nos deja bellos arlequines y magníficos retratos de su mujer y su hijo Pablo, que nos recuerdan a las madonnas del renacimiento italiano, algo inimaginable pocos años atrás, en el pintor de las señoritas de Avignon.

Picasso reinventa el clasicismo sin perder la libertad expresiva que le había proporcionado el cubismo. Aunque en un principio concibió esta obra como un autorretrato, convierte su cara en una máscara sin expresión. Hace referencia a tres personajes del mundo del circo y de la comedia por los que se sentía muy atraído: el arlequín, con su sombrero de dos picos, el Pierrot por su máscara y el trapecista por su atuendo.

El joven contempla su rostro en un espejo con aire de satisfacción. Puede significar la soberbia o el narcisismo, de quien se enamora de su propia imagen. Los tonos blancos y morados acentúan su línea elegante. Los perfiles del rostro están trazados con líneas de gran seguridad, destacando la perfecta nariz griega.

Esta obra se ha relacionado con el amor imposible que sufrió durante el verano de 1923 por Sarah, la mujer de su amigo el pintor americano Gerald Murphy.


(c) (R) 2013, MUSMon com S.L.
Text (a) Catalina Serrano Romero

Photo: Portrait of Pablo Picasso, 1962 (a) Source: Wikipedia: Argentina. Revista Vea y Lea (this image is in the public domain because the copyright of this photograph, registered in Argentina, has expired)